He de reconocer que ya quedan pocas, muy pocas cosas que me lleguen a sorprender. Después de unos años, he aprendido a esperar cualquier cosa de esta sociedad. No, no me sorprenden, pero me apenan profundamente. Cada vez más estoy dispuesta a asumir que estamos perdidos, casi por completo.
Hace siete años, en octubre de 2016, se encontraban dos parejas de jóvenes tomando unas cervezas en un local de Alsasua durante las fiestas del pueblo. Ellos, dos guardias civiles, el sargento y el teniente. Como en otras ocasiones, la historia se iba a repetir, aunque en este caso, no se utilizarían pistolas ni metralletas, tampoco bombas cobardemente escondidas; en esta ocasión decidieron que el asunto, debía de pasar por una pelea de bar.
La forma de actuar coincide al dedillo; los reconocen, le preguntan al teniente que si es madero a lo que este responde que sí, que ya lo conocen. Poco a poco se van reuniendo en el local y empieza la trampa, el pasillo de la muerte, fuera esperan más. La jauría se desata, las bestias se engrandecen al olor de la sangre. Las víctimas terminan mal, muy mal, especialmente el que buscaban, el teniente. Mi hijo.
Se producen las pertinentes detenciones y se enjuician a los culpables en la Audiencia Nacional, ya que se presume que pudiera existir el delito de terrorismo. Se dicta sentencia condenando a los ocho acusados a distintas penas según su grado de participación. Más tarde, el Tribunal Supremo coincide en los delitos aunque rebaja algo las penas. Por último, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo decide desestimar sus recursos pues considera que tuvieron un juicio justo, con todas las garantías procesales de un Estado de Derecho, y que las penas impuestas son las merecidas.
Hoy, de nuevo, tenemos que asistir a otra agresión que se viene produciendo desde aquel momento por simpatizantes de los agresores de dos guardias civiles y de dos mujeres.
Se va a estrenar en Madrid Altsasu, una obra de teatro adaptada al gusto de los convictos, sin tener en cuenta los hechos probados que constan en la sentencia; y no lo digo yo, lo dicen ellos mismos, pues son ellos los que califican esta representación como «ficción». Todos sabemos que si es ficción, es inventada, y si es inventada, no es real, y si no es real, es mentira.
Muchos son los que han expresado su opinión defendiendo la libertad de expresión o que la gente puede verla para decidir de qué lado se posiciona. Incluso han dicho que no tengamos miedo a la libertad de expresión. Si no fuese tan ruin el razonamiento, daría risa. ¿Cómo puede alguien decente decidir de qué lado se pone, si le están vendiendo una historia inventada que nada tiene que ver con la verdad de lo que ocurrió? No todo cabe bajo el paraguas de «la libertad de expresión», mucho menos, cuando se trata de mentir, manipular y tergiversar los hechos.
Por mi parte, también he ejercido mi derecho a mi libertad de expresión escribiendo un libro en el que cuento la historia real y cómo lo vivimos en mi familia: La noche que cambió mi vida, editado por Samaruc. Pueden pensar que también esté manipulada, pero hay dos grandes diferencias. Yo aporto documentos médicos que corroboran la verdad de las lesiones que le produjeron a mi hijo y las intervenciones que tuvieron que realizarle, fotografías de las pancartas puestas en las calles de ese pueblo, etc… Además, adjunto la sentencia del TS, y eso es objetivo, no hay trampa ni cartón, ahí se encuentra la verdad de todo lo que se dijo por parte de los acusados, de los agredidos, de los testigos, de los investigadores… y los hechos probados: no fue «una pelea de bar».
Otra gran diferencia, es que nosotros no contamos con ninguna subvención, ni pública ni privada. Es más, he donado los beneficios que me corresponden por los derechos de autor. No quiero beneficio económico, quiero que se sepa y se respete la verdad.
Sin embargo, vemos con preocupación que el teatro donde se va a estrenar la ficticia representación está subvencionado por la Comunidad de Madrid; es decir, con el dinero de todos los madrileños. Dudo que la mayoría estén de acuerdo en que se haga un blanqueamiento de los graves delitos juzgados y condenados. Cierto es que no reciben ese dinero directamente, pero si se aprovechan del que recibe ese teatro La Abadía. El partido que hoy gobierna y preside la Comunidad de Madrid, el PP, pidió que se retirara la representación en Vitoria por atacar la dignidad y el honor de la Guardia Civil, ¿no estamos asistiendo al mismo ataque en Madrid?
Nos duele e indigna a partes iguales, que estas representaciones, que unicamente fomentan el odio a la Guardia Civil y pretenden lavar la imagen de los convictos, no sólo se consientan, sino que se aprovechen fondos públicos de los madrileños para darles mayor visualización y apoyo.
Mi única intención es dar a conocer, a quien esté interesado, la verdad de lo que le hicieron a mi hijo, su compañero el sargento y a dos mujeres, que dicho sea de paso, absolutamente ninguna de esas asociaciones de supuestas feministas de pasillo —subvencionadas también— tuvieron a bien defender. Ni estuvieron ni se las espera. Ni falta que nos hacen.
Inmaculada Fuentes Ballesteros, madre de uno de los guardias civiles agredidos en Alsasua