Hay que reconocer que la derecha en España tiene mucho que aprender de la izquierda en lo que se refiere a voluntad política. Mónica García y Yolanda Díaz, lo reconozco, se ganan mi admiración, su hoja de ruta es clara y su voluntad de imponerla implacable, pese a todo y a todos, incluso a pesar del sentido común.
No duda Yolanda en llamar mala persona a Carlos Cuerpo por no plegarse a sus proyectos. Y Mónica García, ante un riesgo de colapso de la Sanidad por el abandono de las aseguradoras del concierto con MUFACE, no duda tampoco en seguir tensionando el sistema amenazando a los médicos con la exclusividad.
Mucho menos ambiciosas eran las medidas de Lasquetty cuando la hoy ministra lideró las hordas de la marea blanca que lo expulsaron de Sol y lo mandaron nada menos que a Guatemala. Es ahí quizá donde se fraguó el odio visceral del exconsejero de Hacienda a los profesionales médicos que llenaron los hospitales de Aguirre, condenados a transitar 17 años en por desierto de la temporalidad. Una travesía que no terminó porque se abrieran las aguas y entrasen en la tierra prometida de la estabilidad de la mano de Ayuso, sino con un examen el pasado mes de diciembre que, por supuesto, incluía la materia de la igualdad de género y en una la ofertas de empleo público más injusta de la historia de esta nuestra Comunidad.
Pero vayamos al caso que nos ocupa hoy, la exclusividad de los médicos. La ministra pretende acordar con los médicos la exclusividad en su dedicación bien a la sanidad pública o bien a la sanidad privada. ¡Se acabó! Si quieres plaza en un hospital público tendrás que renunciar a ejercer la medicina en la sanidad privada.
Dejemos a un lado que la Constitución reconoce un único sistema sanitario en España, todos ellos sostenidos con fondos de los españoles, unos de forma directa y otros a través de nuestros gobernantes. De estos últimos fondos ya nos gustaría que todos llegasen a su destino, pero ese tampoco es el tema de hoy. Vayamos pues a la exclusividad que pide la ministra. Surgen las primeras razones obvias para oponerse en el interés económico de los médicos, que con un sueldo más que ajustado en la sanidad pública completan sus ingresos, es lícito, en la sanidad privada. Como decía mi abuelo, todo por la patria por la mañana, que tengo muchos hijos, y por la tarde hay que ganar dinero para llevarlo a casa.
No parece que esté pensando la ministra en una gran compensación económica a sus correligionarios por renunciar a los ingresos de la privada, por lo que es probable que se produzca un comportamiento de los médicos de la siguiente manera: haces el MIR, ganas tu plaza, te formas en los mejores hospitales mientras en ellos el nivel no baje, y una vez que has hecho currículum te vas a la privada a ganar dinero, o ya puestos te vas de España, y vuelves a los sesenta y cinco, lo justo para jubilarte. ¡Ojo! Si a los jubilados alemanes les gusta España, digo yo que también les gustará a los españoles.
En definitiva, queriendo retener talento, lo va a expulsar. Señora García: usted de rojerío sabe mucho y como le digo, a voluntad política no le gana nadie, pero de la vida real se ve que poco. Eso sí, la culpa de estos delirios la tienen los propios médicos, no la busquen en otra parte. El ilustre Colegio de Médicos ha guardado silencio ante los abusos laborales sufridos durante años por los médicos de los hospitales públicos, ni una palabra de crítica al proceso de estabilización, todo lo contrario, mejor no decir ni mu que Ayuso es intocable. Ahora, espectáculo de anulación de la candidatura ganadora al ICOMEM porque qué miedo, que vienen los progres, cuando el anterior director, muy provida, ha hecho un papel intrascendente en lo que a la defensa de la vida se refiere durante su mandato, y ya no digo frente a la corriente trans. Ni una palabra. Y la oposición, el sindicato AMYTS, pues lo mismo de lo mismo, ni una palabra de crítica ante el proceso de estabilización, que no sea que ya no me lleve bien con el PP ahora que he ganado la posición en la Mesa Sectorial.
Como siempre, lo pagan los españolitos que ven sus centros de salud colapsados, las listas de espera desorbitadas, pero a los cientos de miles de inmigrantes ilegales que no les falte de nada. Poco nos pasa.