«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La Constitución del 78

Estamos a mitad de la semana que supone un monumento a la inoperancia de los políticos españoles, se les llenó la boca a gobierno (PSOE) y oposición (PP) en plena crisis, sobre la necesidad de trasladar las fiestas a los lunes o viernes y, como siempre, nada de nada. Entre la fiesta del Cesar, la Constitución, y la fiesta de Dios, la Inmaculada, queda un día suelto en que si algo funciona, funciona a medias.

En los actos oficiales de la Constitución, como cada año, lo que más brillo fueron las ausencias. Una vez más, algunos mearon fuera de tiesto y no asistieron a pesar de ser su trabajo, cobran para ello, y de que sus cargos solo se legitiman por la Constitución que no celebran. Cuando un diputado se ausenta de un pleno sin justificación, su grupo parlamentario le multa, ¿les multará alguien por ausentarse del acto al que no asistieron?

No deja de ser curioso que los que se hartan de legislar, añadiéndonos día a día más deberes, se salten impunemente los suyos alardeando de ello. ¿Podemos nosotros, alegando sinrazones como ellos, omitir nuestros deberes profesionales o cívicos? Es evidente que la Constitución, norma para todos, no colma plenamente a nadie y no la impuso ninguna; todos cedieron algo para aceptarla, esta es su virtud. Nació del consenso y por tanto no refleja plenamente la ideología política de nadie.

No entiendo nada. Hemos celebrado la Constitución como la norma de todos que necesita ponerse al día pero, ¿hay el suficiente sentido de Estado y generosidad política para actualizarla por consenso?

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