'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Crítica: ‘Yo, él y Raquel’, políticamente incorrecta
Por Rocio-manzaneque
9 de octubre de 2015

No se lleven a engaño: Yo, él y Raquel será una cinta sobre el cáncer en la adolescencia, pero sustituye el buenismo o cualquier atisbo de romanticismo juvenil por un humor irreverente y chocante que la aleja de cualquier producto que entre dentro de la categoría de ‘convencional’.

Yo, él y Raquel se estrena con la bendición de público y crítica tras arrasar en el festival Sundance y lo hace bajo un título cuya traducción poco tiene que ver con el original, Me and Earl and the Dying GirlYo, Earl y la chica moribunda-. A pesar del soniquete en español y cualquier apariencia de comedia romántica, el director Alfonso Gomez-Rejon ha hecho de Yo, él y Raquel una película sobre el cáncer infantil. Pero es también una comedia. O, mejor dicho, una tragicomedia.

Thomas Mann interpreta a Greg, un adolescente depresivo que prefiere llevarse bien con todo el mundo para mantener su invisibilidad en el instituto y que, junto a su amigo Earl (Ronal Cyler II), hace películas caseras. En pleno último curso, su madre le obliga a hacerse amigo de Rachel (una maravillosa Olivia Cooke) cuando a la joven le diagnostican leucemia. Entablan, desde ese momento, una amistad alejada de la conveniencia que no encaja en ningún molde y donde el romanticismo, si existe, sólo se atisba en los ojos de sus protagonistas.

El carácter indie de Yo, él y Raquel se aprecia en sus preciosos y experimentales planos y queda patente en la primera mitad de la cinta, donde el guión esconde, bajo un humor tonto y adolescente que en ocasiones opaca la intención real de la película, las claves que articulan su filosofía: la amistad sincera frente a la pena o la empatía, la transición de la adolescencia a la etapa adulta o la responsabilidad en las buenas o las malas personas.

Es, precisamente, en la segunda mitad cuando el guión encaja, descarnado, real y sin atisbo de cuentos de hadas, y da sentido a una película rara capaz de provocar un torbellino de sentimientos cuando te atrapa en su juego y, por qué no, también lágrimas.

Puntuación: 3,5/5

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