«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las dudas de un joven ante los dictados feministas en una cita

Las premisas feministas actuales obligan a adoptar una serie de patrones a la hora de relacionarse con las mujeres. Piropos y flores, descartados. Una actitud distante, también.

El pasado 7 de marzo publique este artículo en La Gaceta. Tras leer diversas informaciones en medios de comunicación este fin de semana, donde aseguraban que decir a una compañera de trabajo que estaba «muy guapa» era una actitud machista, esta parodia está más de actualidad que entonces .

Son las siete de la tarde del sábado. Pedro acaba de levantarse tras una larga siesta y contempla su WhatsApp entre bostezos. Ha quedado con Laura -una chica de su clase de Crítica Literaria- a las nueve de la noche, pero aún no sabe cómo abordar la cita.

Tiene dudas Pedro. Hace unos días leía en un artículo que el piropo representaba una «actitud machista», por lo que sus conversaciones con Laura se han limitado a un breve intercambio de cumplidos a pesar del evidente interés de ella por cerrar el encuentro. El joven duda porque también escuchó en la radio que una actitud distante con las mujeres es la señal «más clara de machismo». Pedro, en fin, no sabe qué hacer.

¿Dónde tomar algo?, se pregunta Pedro mientras el champú hace efecto en su rizada cabellera. El joven comienza a recordar que una vez otra compañera le dijo que los sitios románticos son «evidentemente machistas». «Descartada la terraza de Huertas», piensa Pedro, que habitualmente se reúne con sus amigos en un castizo bar de Chamberí del que está seguro que Laura saldría corriendo. «No obstante, no hay nada machista en dos cervezas y unas bravas», se cuestiona un Pedro aún dubitativo.

¿Qué me pongo? La camiseta del grupo de rock descartada. «Algunas de sus letras pueden dar lugar a malentendidos», reflexiona Pedro, que también rechaza un abrigo de cierta marca comercial envuelta en un escándalo reciente: denunciaron a sus modelos por no cumplir con los «estándares de belleza internacionales». «Esta ni de coña», sentencia el joven, que finalmente opta por la camisa vaquera que le había regalado su hermana meses atrás. “No hay nada menos machista que el regalo de un familiar”, agrega con una sonrisa en el rostro.

¿Cómo saludar? Pedro lleva dándole vueltas en la cabeza a este momento toda la semana. Uno de sus columnistas de cabecera le alertó sobre el peligro de besar en la mejilla a las mujeres por la posibilidad de que puedan sentirse «acosadas», pero el joven considera que un apretón de manos es «algo frío», aunque tal vez lo más adecuado.

¿De qué hablar? A ambos les apasiona la literatura francesa y podría ser un gran tema de conversación, pero Pedro recuerda que hace unos meses un profesor tachó a uno de sus escritores favoritos del siglo XVIII como un «machista integral» y prefiere no tocar el tema. La política es otra de las pasiones del joven que, como gran conocedor de la realidad en Francia, alaba algunas medidas propuestas por Marine Le Pen y el Frente Nacional. «Eso sí que no. Imposible», se convence Pedro a sabiendas de que -aún siendo Le Pen una fiel defensora de los derechos de la mujer- pronunciar su nombre puede provocar una situación desagradable.

La música -otra de sus grandes aficiones- se convirtió en tema tabú en la vida de Pedro después de un intenso debate que mantuvo con una compañera en clase. Aunque estaban hablando de La Divina Comedia del italiano Dante Alighiere, sobre la que Pedro había leído largo y tendido durante un viaje a la ciudad de la Toscana, la discusión terminó cuando su compañera hizo referencia a una canción que el joven había compartido días atrás en Facebook: «Con tus gustos musicales, con esos grupos machistas que escuchas, es imposible que llegues a entender el genio de Dante».

¿Quién paga? Pedro teme que llegue ese momento. En otras relaciones se había acostumbrado a pagar y ser invitado con total naturalidad, pero ahora todo ha cambiado. Desconoce si Laura aceptará una invitación a unas cañas y recuerda que recientemente en un programa de televisión definían esa actitud como un «micromachismo a erradicar». Tras darle mil vueltas, Pedro decide que pagará su parte de la cuenta mientras Laura sale a fumar un cigarro. Lo último que quiere parecer es un machista.

¿Cómo despedirse? Tras el apretón de manos inicial, Pedro cree que lo mejor es ser un poco más cariñoso y dado que entre los dos ya hay la confianza de varias cervezas opta por darle dos besos, pero rápidamente se arrepiente. De camino a casa escucha a unas jóvenes en el metro: «Que un tío te dé dos besos es una forma de acoso. Yo beso a quien quiero».

Un decepcionado Pedro agacha la cabeza, repasa su día y admite decepcionado: «Tengo actitudes machistas».

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