La exlíder de UPyD descubre la importancia de las redes sociales en el siglo XXI y se convierte en la política -o algo así- más activa ante el desafío catalán.
Una buena mañana Rosa Díez se levantó pensativa. Encendió su smartphone y se dio cuenta de que la atención mediática en torno a su persona ya no era incesante. Más bien al contrario. Mientras paladeaba el primer café de la mañana, la exlíder de UPyD llamó a varias compañías telefónicas para que activaran su tarifa de datos. Los meses de presión de su entorno familiar habían dado sus frutos: estaba dispuesta a abonar los 5€ extra en la factura.
Tras más de dos horas respondiendo con números a la máquina de cada operador, Díez se dio por vencida y, como en tantas ocasiones durante su carrera política, pasó a la acción conectándose a la red Wi-Fi que su descuidado vecino mantenía abierta. Un mundo lleno de posibilidades se le abrió ante sus ojos, que finalmente se detuvieron frente al icono de un pajarito. Era Twitter.
Díez entró en su cuenta y pronto descubrió el lado oscuro de las redes sociales: insultos, amenazas y burlas, muchas burlas. El destino político de UPyD, antier orgullo de la política, se había convertido en uno de los temas de chanza favoritos de los internautas.
Un político intervino para q devolvieran las armas robadas del vehículo de la Guardia Civil. Conocía a los delincuentes?Han sido detenidos?
— Rosa Díez (@rosadiezglez) 21 de septiembre de 2017
«Mejor dejar el pasado atrás», pensó Díez mientras releía en el periódico del domingo un tema sobre el desafío separatista. Tras terminar el artículo, que la dejó sorprendida, la abogada decidió tuitear sus primeros mensajes.
Pronto los favoritos y los retuits se acumularon en su buzón y Díez respiró aliviada: «Aún tengo tirón mediático», se dijo mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. Tras una breve pausa -el pequeño cachorro exigía un paseo por el parque-, la política volvió a la acción y fue entonces cuando conoció a la flor y nata de la red social. Personajes como @norcoreano, @lavecinarubia o el mismísimo @DonaldTrump tocaron su puerta y le mostraron las posibilidades de Twitter.
«Aquí hay futuro», repetían unos y otros mientras le mostraban a Díez los últimos artículos de merchandising que sus legiones de seguidores se apresuraban a comprar en los centros comerciales. Aunque la política no entendía gran cosa, las palabras eran dulces para sus oídos y se trataba, sin duda, de una gran oportunidad económica.
Al día siguiente, Díez cambió su foto de perfil y pasó al ataque. Con la actualidad política volcada en Cataluña, se apresuró a comentar todo lo que ocurría y a exigir -con cierta razón, sin duda- mayor firmeza al Gobierno de Mariano Rajoy. Pronto las noticias pasaron a segundo plano y las televisiones volvieron a marcar su teléfono.
«Estoy de vuelta», celebró mientras se preguntaba cuándo comenzarían a fabricarse las libretas con sus mejores frases, pues el inicio del curso escolar estaba a la vuelta de la esquina.
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