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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Qué significa la victoria de Fillon

Cuatro millones de franceses han votado en la primera vuelta de las primarias del centroderecha. Han sido unas elecciones abiertas a todo el electorado en las que sólo se exigían dos requisitos: pagar dos euros y firmar un documento de compromiso genérico con las ideas ahí representadas (liberales, conservadores, neogaullistas, democristianos, etc.). El procedimiento ha permitido que voten también personas de izquierda o del Frente Nacional, pero consta que el porcentaje final de ese voto “alógeno” ha sido mínimo, porque al menos un 70% de los votantes pertenecían a Los Republicanos. A la liza se presentaban nombres muy significativos del espectro político centroderechista francés. Finalmente el vencedor, por clamorosa mayoría, ha sido François Fillon, ex primer ministro con Sarkozy. El próximo día 27 se enfrentará en segunda vuelta al siguiente candidato más votado, Alain Juppé, aunque todo indica que Fillon volverá a ganar porque los otros candidatos, empezando por Sarkozy y Le Maire, ya han anunciado que le apoyarán. 

Lo más notable es esto: Fillon se ha presentado con un programa que podríamos denominar “derecha de toda la vida”, rompiendo numerosos tabúes ideológicos hoy vigentes tanto en Francia como en España. Para empezar, Fillon, católico practicante, ha buscado deliberadamente el voto de La Manif pour Tous, el movimiento popular de oposición a la ley socialista del matrimonio homosexual. Además de eso, ha subrayado también su intención de controlar la inmigración y abandonar cualquier política multiculturalista. Por supuesto, no ha dejado de envolverse en la bandera nacional. Los medios de comunicación y las empresas demoscópicas no habían apostado por él. Hace un mes, no se le daba más que un 10% de posibilidades; finalmente ha ganado con un aplastante 44%. De nuevo los medios y la demoscopia se han equivocado. Sólo en las cabeceras más identificadas con la derecha –que son franca minoría- se hablaba de las posibilidades de Fillon. La mayoría mediática estaba con Juppé –puro sistema, consenso socialdemócrata- y miraba a Sarkozy como la derecha que no debía ganar. En las redes, sin embargo, el nombre de Fillon circulaba con mucha más intensidad. Una vez más, los medios mainstream –utilicemos el término de moda- han estado muy lejos de la realidad. Salvo que en esta semana se desencadene sobre él una campaña mediática de criminalización, puede augurarse su victoria en la segunda vuelta. 

El programa de Fillon 

¿Qué quiere hacer Fillon con Francia? El candidato ha señalado muy claramente sus prioridades: textualmente, “liberalizar la economía, restaurar la autoridad del Estado para proteger a los franceses y afirmar nuestros valores”. Eso se plasma en quince medidas concretas. Reducir el gasto público en 100.000 millones de euros en cinco años. Rebaja de cargas para las empresas (40.000 millones) y de obligaciones sociales y fiscales para los hogares (10.000 millones). Fin de la jornada de 35 horas en el sector privado y retorno a la de 39 horas en el sector público. Supresión del “impuesto solidario sobre la riqueza” (ISF) y ayudar así a financiar las empresas. Retraso de la edad de retiro a los 65 años y unificación de todos los regímenes de jubilación para mantener el poder adquisitivo de los jubilados. Asimilación del régimen fiscal de comerciantes, artesanos e independientes al de los autónomos. Supresión de las normas francesas en materia agrícola superpuestas a la reglamentación europea (“para que nuestra agricultura vuelva a ser la primera de Europa”). Instauración de un único tipo de ayuda social para que las rentas del trabajo sean siempre superiores a las prestaciones asistenciales (y nadie, por tanto, prefiera vivir de subsidios antes que trabajar). 

En otras materias, Fillon propone un aumento de 12.000 millones de euros en los presupuestos de seguridad, defensa y justicia y creación de 16.000 nuevas plazas penitenciarias para que todos los condenados cumplan su pena. Prohibir el retorno a Francia a todos los nacionales que hayan marchado al extranjero a combatir en las filas terroristas, condenar a los culpables de inteligencia con el enemigo y expulsar a los extranjeros vinculados a redes terroristas. Reducir la inmigración creando un sistema de cuotas y limitar las prestaciones a los extranjeros que lleven al menos dos años en situación regular en el país. Adelanto de la edad de escolarización primaria a los cinco años, en vez de a los seis, “para favorecer el aprendizaje de la lectura y los conocimientos fundamentales”. Universalidad de las ayudas familiares y aumento del techo de cociente familiar a 3.000 euros. Sólo las parejas heterosexuales podrán adoptar niños, sólo las parejas heterosexuales podrán acceder a las técnicas de reproducción asistida y quedará prohibida la gestación por vientres de alquiler. Protección del patrimonio artístico, reducción de la fractura cultural mediante un plan “patrimonio para todos” y ayuda a la creación artística para la proyección cultural de Francia. 

Derecha de verdad

Es evidente que, en España, un candidato como Fillon habría sido inmediatamente excomulgado por la mayoría mediática. ¿Controlar la inmigración? ¿Ayudar activamente a las familias? ¿Detener la adopción por parejas homosexuales? ¡Anatema! Ni siquiera se le habría permitido acceder a los platós de televisión, salvo para ser insultado en grupo por el equipo tertuliano de guardia. No es un problema sólo español: Fillon denunciaba recientemente que en la televisión pública francesa se le había relegado al peor horario, en beneficio de los dos candidatos “protegidos”, a saber Juppé y Sarkozy. Pero al menos ha podido decir lo que quería. Aquí habrían puesto retratos infamantes por las calles.

El primer lugar en España donde un candidato como Fillon habría sido arrastrado por el fango es, sin duda, el propio Partido Popular, que desde hace más de cinco años viene sosteniendo una descabellada política de desideologización y acercamiento a los tópicos de lo políticamente correcto. Las medidas de Fillon en materia económica se alejan muchísimo de las de un Montoro, y en el aspecto antropológico van directamente en contra de la política auspiciada por el PP. Por así decirlo, Fillon se parece más a Vox que al PP.

Desde el punto de vista de la política francesa, que Fillon sea el candidato de la derecha abre numerosas incertidumbres. Sin duda es el hombre adecuado para que el Frente Nacional no crezca a sus expensas, porque muchos posibles votantes de derecha, hasta hoy desamparados, ya tienen a quién confiar su papeleta: un tipo “de derechas de verdad”. Pero, al mismo tiempo, es difícil creer que los votantes de izquierda, llegado el caso de una segunda vuelta Fillon-Le Pen en las presidenciales, vayan a inclinarse por el primero. Ahora el problema se le plantea, en realidad, al Frente Nacional, que sigue siendo el primero en expectativa de voto, pero que empieza a pagar el precio de haber abandonado al electorado católico y de acentuar el carácter socializante de sus propuestas económicas. 

En una mirada más amplia, europea, el protagonismo de Fillon también abre perspectivas nuevas. Fillon no es un soberanista, pero tampoco un cosmopolita. Se ha mostrado partidario de revisar muchos aspectos de la integración francesa en la Unión Europea y también ha defendido la necesidad de recomponer las relaciones con Rusia. Eso aporta datos nuevos en un Europa donde se avecinan cambios notables, porque Renzi, en Italia, con casi total seguridad va a perder su referéndum (con la consiguiente convocatoria de nuevas elecciones) y Merkel, en Alemania, anuncia que se presentará por cuarta vez para encarnar al consenso socialdemócrata frente al crecimiento de Alternativa por Alemania. Vienen tiempos interesantes.

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