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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cela centenario

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Formentor (1959)

«El escritor sigue ampliando su esfera de actuación. En febrero presenta las «Jornadas Europeas», que se iniciarán el 2 de mayo. Cela reunió como conferenciantes a Menéndez Pidal, López Ibor, Lafuente Ferrari, Laín Entralgo, Pemán, Marías y Alomar. Del 18 al 25 de mayo se celebraron las «Conversaciones poéticas», y entre el 26 y el 28, el «Coloquio internacional sobre novela». Ambos en el Hotel Formentor. La nómina de poetas y novelistas es excepcional. En julio, el escritor participa en el Congreso por la Libertad y la Cultura (sic). El 5 de diciembre entierra a su padre.»

Así reza uno de los paneles que forman parte de la exposición organizada por la Biblioteca Nacional de España bajo el título Camilo José Cela 1916-2016. El centenario de un Nobel. Un libro y toda la soledad. La muestra pretende ofrecer un repaso por la trayectoria vital de esa poderosa figura que fue el escritor nacido en Iria-Flavia. A tal tarea contribuyen imágenes, paneles informativos, manuscritos, libros y algunos de los numerosos fetiches a los que tan aficionado fue don Camilo, constructor de un personaje, él mismo, que a menudo superó su dimensión literaria gracias a una importante presencia en aquella TVE que, sin competencia privada, mostraba a un literato emparentado con el escatológico Marcial, capaz de asegurar que podía absorber litro y medio de agua por vía anal; o de distinguir, tras sacudir su somnolencia, entre «estar jodido» y «estar jodiendo», nada menos que en una sesión de las Cortes Constituyentes de 1978.

Mucho, muchísimo se ha escrito en relación a Cela, sin embargo, nosotros nos disponemos a dar una simple pincelada al hilo del referido panel reproducido al inicio de este escrito. Llama en él la atención el hecho de que el Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC), manejado por la CIA a través de fundaciones tapadera, haya perdió la preposición «de» en beneficio de una conjunción que le resta significado. La errata encubre, a nuestro juicio, una falta de información por parte de los organizadores que nos aprestamos a cubrir en parte en este modesto artículo.

En efecto, el escritor participó en 1959 en actividades del CLC. En concreto lo hizo en el verano de dicho año, entre el 8 al 13 de julio de 1959. Se trataba de unos encuentros celebrados en el Castillo de Lourmarin, con cobertura de la Universidad de Aix-en-Provence, y auspiciados por la Fundación Ford, representada en el castillo por Waldemar A. Nielsen, hombre bien conectado con el Banco Urquijo y alguno de los participantes españoles, en concreto, con Julián Marías, quien asistió acompañado por Pedro Laín Entralgo, Aranguren, José Luis Cano, José María Castellet y… Camilo José Cela. Lorenzo Gomis, también invitado, no pudo comparecer, como tampoco lo hizo uno de los letristas del Cara al Sol, Dionisio Ridruejo, ya alcanzado de socialdemocracia, al no disponer de pasaporte. El encuentro tenía por título «Provincialismo y universalismo en la cultura europea», y estaba dirigido por el poeta católico francés Pierre Emmanuel, recién estrenado en el cargo de Director Literario del CLC tras haber visitado diversas universidades estadounidenses.

Si estos eran los personajes españoles que pusieron, junto a varias decenas de extranjeros, rostro a la pluma, entre bambalinas se movían otros compatriotas. Entre ellos destacaban las siluetas de los antiguos poumistas Julián Gorkin e Ignacio Iglesias, ya vinculados al imperio capitalista. La idea que se buscaba con tal invitación a la Provenza, era consolidar dentro de España la existencia de un colectivo que si bien discrepaba con algunos aspectos del franquismo triunfante, estaba marcado por un inequívoco anticomunismo. No ha de olvidarse, que tan sólo tres años después, la maniobra cobraba un carácter más político y visible con la celebración del llamado Contubernio de Múnich, del cual estuvieron excluidos los de la hoz y el martillo.

El grupo español, que cristalizó en una Comisión propia dada al fomento del federalismo y las sectas nacionalistas fragmentarias, no contó con la rotunda presencia de un Cela que cuando acudió a Lourmarin ya había publicado su exitosa La familia de Pascual Duarte (1942) e incluso su obra más famosa La Colmena (1951). Queda de aquel contacto, una semblanza de sí mismo, que el gallego mostró meses antes al visitante congresista, el director de publicaciones del CLC, François Bondy. Una autodescripción que reproducimos como cierre de esta apresurada nota cerrada por las palabras de don Camilo:

«Nací, hace ya muchos años –treinta y ocho–, en Iria-Flavia, cabeza de puente latina, en el séptimo país del céltico occidente. Desde entonces acá no he hecho mucho más que ir tirando, con lo cual se han visto colmadas todas mis aspiraciones. Para entretenerme hice una guerra, me casé dos veces, engendré un hijo y publiqué veinte o veintidós libros. No he plantado ningún árbol ni he escrito jamás una sola línea sobre la edificante institución del ahorro. Omito los títulos de mis libros, porque entiendo que toda persona medianamente culta debe conocerlos ya. En realidad, uno, mal que le pese, se ha convertido en materia de examen de Estado.

Mido 1,80 metros, peso 76 kilos, calzo el 41, tengo 12 de presión arterial, mis ojos son castaños, con bellos reflejos verde a la luz del atardecer, mi pelo es a juego, y como señas particulares puedo presentar dos cicatrices en la cara –una en el mentón y otra en el labio superior–, un tiro en la ingle –la derecha, por fortuna– y un metrallazo en el pecho: lo normal entre los que fuimos mozos del reemplazo del 37.

He cambiado con frecuencia de oficio, quizá porque ninguno me gusta. No soy trascendente ni creo en la unidad de Europa. Como contrapartida, he sido, sucesivamente, hijo de familia con un buen pasar, soldado profesional, poeta, torero, andarríos, funcionario, novelista, pintor, actor de cine, periodista y conferenciante. Conseguí pasar por la Universidad sin licenciarme, estoy traducido –¡qué le vamos a hacer!– a todas las lenguas, y jamás he recibido un solo premio.

Nunca me he retratado sonriendo, al objeto de no confundir a los historiadores del futuro.

Algunos ingenuos creen que vivo bien. Otros, como para compensar, creen que vivo mal. Ninguno acierta.

Me considero el más importante novelista español desde el 98, y me espanta el considerar lo fácil que me resultó. Pido perdón por no haberlo podido evitar.

 

Mis completos nombres de pila son los siguientes: Camilo, José, Juan, Ramón, Francisco, Antonio, Santiago, Abraham, Zacarías, Leví. Camilo, por papá y mamá; José, porque en tal día se casaron (yo también intenté casarme el día 19 de marzo, pero no pudo ser); Juan, por el abuelito; Ramón, por San Ramón Nonnato; Francisco… ¿por qué me llamaré Francisco?; Antonio, como todos mis hermanos, y fuimos unos cuantos, por especial devoción familiar; Santiago, por haber nacido a la sombra de la peña donde apareció el cadáver del Apóstol; y Abraham, Zacarías y Leví, probablemente, porque no soy ario puro del todo.»

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