«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

La medida trayectoria

21 de mayo de 2024

Al principio fueron los fichajes. Se convirtieron en sagas de suspense y luego en rituales que eran como romper un matrimonio: el encuentro, el flechazo, la furtiva servilleta firmada, la negación en casa, la rebeldía, la ceremonia, el nacido para, un niño espontáneo saltando a los brazos y el estadio lleno…

Superada esa fase, los fichajes de Florentino ya se hacen solos. Se hacen orgánicamente. Los jugadores llegan al Madrid como las aves migratorias. Siguen un rumbo que conocen desde siempre y casi no hay nada que decir, ellos saben cuándo llegar y cuándo irse; puede que los clubes de origen lo intuyan desde el principio. «No digas nada. Lo sabemos» y llaman al Madrid para ofrecer una cantidad.

Como los fichajes se hacen solos, ahora se perfeccionan las despedidas, las tristes despedidas. El Madrid está desmontando un equipo histórico año a año, piedra a piedra, como una catedral que llevaran al recuerdo. Se quita la tirita lentamente.

Ahora Kroos perfecciona aun más la salida. Con la misma voluntad de control, exactitud y elegancia de su juego, Kroos decide irse en el apogeo. En el cénit. En lo alto de su curva de rendimientos, justo antes de que, como todo en la vida, comiencen a ser negativos.

Kroos se ahorra y le ahorra a los demás su decadencia. Se va en lo mejor, según un ideal que ya Zidane apuntara y que no es ni mucho menos habitual, porque lo habitual ha sido irse escalonadamente, rebañando contratos decrecientes,  retiros exóticos o decadencias tan largas que desfiguraban el recuerdo.

Kroos se quiere ir como los roqueros o los divinos, dejando un bonito cadáver. Eludiendo una ley universal. No la toques más que así es la rosa.

Tiene algo de eutanásico su adiós. Su no sufrir, no envejecer, no deteriorarse. Sólo recordaremos un perfil estatuario y se nos olvidarán pronto sus primeros jadeos. Suicida Kroos al futbolista en su esplendor, cuando hasta los más críticos disfrutaban con su mirilla de cazador vestido de tweed, su rítmico mecer, su juego altivo, la cabeza tan alta como la modelo más esquiva…

Se va una especie de aristócrata que embelesaba un poco la gran catetez del fútbol.

Pero lo principal, fútbol aparte, es esa forma de irse que instituye en el Madrid pluscuamperfecto y que podría decirnos algo: irse sin que sobre nada, sin que nadie tenga que carraspear, con la trayectoria exacta, medida, como si su misma carrera, esos diez años que han pasado en nada, fueran uno de sus centros, una hermosa y callada parábola de gentileza.

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