Los miles de inmigrantes ilegales que ayer entraron a nado en la ciudad autónoma de Ceuta ante la pasividad de la Gendarmería marroquí y los miles que hoy se agolpan a las puertas esperando una orden para la invasión, confirman lo que ya sabíamos, lo que llevamos años advirtiendo, que es Marruecos quien decide el flujo de la inmigración y lo usa para sus fines.
Aparte de la cuestión inmoral de que Rabat lance a miles de personas a otra nación y use políticamente a sus nacionales y a sus inmigrantes, entre ellos más de 1.500 menores, no hay nada que reprochar al reino alauita. Mohammed VI defiende sus intereses y la estúpida decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de proteger y dar atención hospitalaria en territorio español a un líder del Polisario —que tiene cuentas pendientes con la Justicia española— da una excusa al Gobierno de Saadeddine Othmani y choca, sin duda, con esos intereses.
Si Marruecos, aliado preferente de los Estados Unidos, usa sus armas como el control de la válvula de presión migratoria o la ampliación unilateral de las aguas jurisdiccionales, ¿qué armas usa España para proteger su soberanía nacional, su propia identidad y para repeler esta invasión de la frontera sur de España, que lo es de Europa?
Que sólo VOX, con Santiago Abascal pie en tierra española ceutí, exija el uso de nuestras Fuerzas Armadas para frenar esta invasión, nos da una idea de la magnitud de los complejos que nos asolan como sociedad
La presión diplomática sobre Marruecos se antoja insuficiente sobre todo en un momento en el que sólo un necio —y en el Gobierno y en los partidos que lo conforman los tenemos a patadas— no ve que las debilidades presentes son las amenazas futuras para la españolidad de las Canarias y de nuestras ciudades africanas y para la seguridad de nuestras calles. Además, para ese viaje diplomático no podemos contar con Francia, como hemos visto en 50 años de conflicto con la antigua provincia española del Sahara, ni con los Estados Unidos, que ha ninguneado a España —y España se ha dejado ningunear— en la resolución promarroquí del conflicto. Washington, además, busca un aliado permanente y fiable para su Mando norteamericano en África ante la presencia creciente de China en el continente y un Gobierno socialcomunista que en muchas ocasiones parece una sucursal caraqueña no es ese aliado confiable. Eso deberán valorarlo los españoles en una próxima cita en las urnas, si es que tienen tiempo, entre ertes, paro y pandemias, de informarse, y si los medios de comunicación subvencionados deciden informarles.
La única solución es exigir respeto. Para esa misión, el uso de las Fuerzas Armadas en la defensa de las fronteras es esencial, oportuno y conveniente. Sin complejos, sin los mismos complejos que hemos visto en la infrautilización de la capacidad de la Sanidad Militar para defender a los españoles de la pandemia, sin los complejos que impidieron que el Ejército colaborara en la búsqueda y rescate de los cuerpos de los dos trabajadores sepultados en el vertedero vasco de Zaldibar, sin los complejos que han evitado que la Armada protegiera a las islas Canarias de la invasión de embarcaciones lanzadas desde Marruecos con al apoyo esencial de los buques ‘humanitarios’ que colaboran con las mafias del tráfico de inmigrantes.
El Ejército, y las unidades guarnecidas en Ceuta están curtidas en decenas de misiones internacionales, es un brazo esencial del Estado de Derecho y de la defensa de los principios constitucionales que peligran en cada invasión de ilegales. Amputar ese brazo u ocultarlo por complejos mientras el resto de Europa utiliza a sus militares para patrullar las calles de las principales ciudades en estos tiempos de Alerta Máxima frente al terror yihadista, habla de la debilidad de España como nación. Que sólo VOX, con Santiago Abascal pie en tierra española ceutí, exija el uso de nuestras Fuerzas Armadas para frenar esta invasión, nos da una idea de la magnitud de los complejos que nos asolan como sociedad.
Y además del uso legítimo de nuestras Fuerzas Armadas para defender nuestras fronteras, también sería bueno recordar a Rabat (y a Washington) que la estabilidad de Marruecos depende de que Melilla siga siendo el pulmón económico del Rif, zona de potenciales insurrectos.
Como se ve, armas para defender nuestros intereses permanentes frente a los de Marruecos, hay. El caso es tener un Gobierno que cumpla su promesa constitucional de defender España y las use. En este sentido, desconfianza absoluta.