«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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9 de enero de 2023

Desorden y retroceso

Miles de brasileños desarmados invadieron sin resistencia policial el Palacio del Planalto, el Congreso Nacional y el Supremo Tribunal Federal en Brasilia (Telam)

Antes de condenar un asalto desarmado a varias sedes de los poderes brasileños, debemos tener la cautela, si se quiere, la honradez, de tener a mano una relación precisa de los hechos ocurridos durante los últimos años en Brasil.

El primero de todos es que el reestrenado presidente socialista Lula da Silva fue investigado, procesado y condenado por la organización de una trama criminal de corrupción y blanqueo de capitales. La anulación de su condena por una cuestión técnica como fue la discutible parcialidad del juez que lo condenó, descarga a Lula de la pena, pero no de la culpa. Las pruebas aportadas de que Lula es un criminal no se han extinguido, sino que tras la anulación de la condena, no se le ha podido volver a procesar porque los delitos ya han prescrito. Esto, por supuesto, lo saben los brasileños. Y es un escándalo. No sólo que un corrupto volviera a presentarse a la Presidencia de Brasil, sino que la izquierda mundial, dizque democrática, junto con el moderantismo mundial antibolsonaro, ovacionara el regreso de Lula, un abrazatiranos al servicio del castrochavismo y cabeza del Foro de Sao Paulo. Pero como ya hemos dejado escrito en otro editorial, la corrupción ya no es un problema para la izquierda… siempre que los corruptos sean de izquierdas.

El segundo hecho que conocen bien los brasileños es que las elecciones presidenciales del pasado mes de octubre estuvieron plagadas de irregularidades. No ya sólo por el blanqueamiento descarado del corrupto por parte de la mayoría de los medios brasileños —por no hablar de los internacionales—, sino porque un informe de las Fuerzas Armadas brasileñas, que tenían un mandato de supervisión electoral, reveló que el sistema de votación con urnas electrónicas era, y es, manipulable. No puede ser casualidad que la inmensa mayoría de ciertos resultados que ofrecieron una desviación estadística inaudita cayeran del lado del candidato socialista. Sin embargo, el tribunal electoral se limitó a dar su conformidad a los resultados finales que ofrecieron una victoria mínima de Lula (50,9%), frente a Jair Bolsonaro (49,1%). Las Fuerzas Armadas, que fueron atacadas por Lula en varios declaraciones lamentables, se plegaron a la victoria del corrupto, que de nuevo fue ovacionado por el consenso progresista por haber vencido a ese archienemigo del comunismo como es Jair Bolsonaro, hoy exiliado —de momento por iniciativa propia—, en Florida.

En resumen: un probado corrupto, pero inimputable por la prescripción de sus delitos, ha vuelto a la Presidencia de Brasil gracias a una victoria mínima con un sistema electoral corruptible. Item más: el mismo día de su toma de posesión, Lula anuló por decreto, sin pasar por el Congreso donde está en minoría, todas las reformas, privatizaciones, techo de gasto y recorte del déficit fiscal de Bolsonaro que buscaban obstaculizar el asalto del poder político al poder económico brasileño.

El panorama, como bien saben los brasileños, es humillante para una honrada masa de ciudadanos. Brasil pasa de tener un presidente como Bolsonaro que encaró su liderazgo desde un reformismo no sólo económico y político, sino ético, a tener un presidente corrupto que vence en unas elecciones sospechosas y que se cree legitimado para gobernar por decreto, pasando por encima y por debajo del Congreso en contra de la mitad —por lo menos— del pueblo brasileño y del resultado de las elecciones legislativas.

Que Lula volvía para rematar su plan totalitario lo dábamos por descontado. Que lo haya hecho a toda prisa, entre lágrimas de emoción, sólo constata que la izquierda no tiene freno alguno.

Todo lo anterior, y son hechos objetivos, debería ser condenado por todos los que se llamen demócratas o por lo menos retengan algún pudor democrático. Sólo después tendrá alguien la legitimidad ética para condenar el asalto desarmado de ayer a ciertas sedes de las instituciones brasileñas.

Un asalto que en La Gaceta de la Iberosfera, y aun comprendiendo el malestar de una parte notable y humillada del pueblo brasileño, lamentamos. Sin dudas. No sólo por lo obvio, sino sobre todo porque puede ofrecer una oportunidad al indigno Lula para que legitime su victoria en posible fraude electoral y su forma de Gobierno totalitaria, represiva y, el tiempo nos dará de nuevo la razón, corrupta. Es decir: socialcomunista.

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