La decisión del Gobierno italiano que preside Giorgia Meloni de decretar el Estado de Emergencia ante la avalancha inmigratoria que soporta su país en las últimas semanas, supone una seria advertencia a Bruselas. Desde ayer, los burócratas europeos al servicio de agendas globalistas saben que hay al menos una nación mediterránea, soberana, responsable y por fin desacomplejada, que está dispuesta a defender su parte de la Frontera Sur de Europa frente a la inacción, voluntaria sobre todo, pero también incompetente, de las elites que mandan en la Unión Europea.
Mucho más que lo que pueda tener de efectivo, es lo simbólico de esta decisión de la presidenta Meloni lo que debemos aplaudir sin reservas. Desde hace décadas, y a despecho de cualquier advertencia, Europa ha avanzado hacia su destrucción consintiendo e impulsando un proceso acelerado de sustitución de los pueblos. Cuando los efectos del multiculturalismo han dado la cara en forma de inseguridad, precariedad y conflictos religiosos y raciales, la burocracia europea, apoyada por los grupos del Partido Popular y el Socialista que todavía dominan la Eurocámara, ha demostrado una inconsistencia absoluta que hoy pagamos los ciudadanos europeos.
Mucho hemos escrito en La Gaceta sobre el peligro que para la identidad de las naciones y para la seguridad de los nacionales supone el negocio de la inmigración ilegal. Hoy sólo queremos advertir del riesgo evidente que supone el uso que determinados gobiernos africanos hacen de sus emigrantes lanzados a suelo europeo.
Así lo prueban las recientes declaraciones del presidente del Senado marroquí, Enaan Mayara, que en un ejercicio de logorrea mental inédito en una alta autoridad del Estado marroquí, alentó a sus compatriotas ya instalados en suelo europeo a introducirse en los partidos políticos «para servir a los intereses de la patria» y crear grupos de presión que aprovechen las ventajas de los ingenuos y buenistas regímenes democráticos de la UE. Las torpes declaraciones de Mayara revelan los verdaderos intereses, que ya no son sólo económicos, de aquellos gobiernos de naturaleza islamista que abren o cierran la llave de la inmigración ilegal según sus necesidades y en contra de las nuestras.
Frente a esta realidad, y ante la debilidad de Bruselas, una debilidad fomentada y pagada por los objetivos globalistas de la Agenda 2030, sólo podemos imaginar lo que sería que todas las naciones europeas mediterráneas construyeran juntas un espacio de defensa de su soberanía en una Frontera Sur hoy hostil y desprotegida. El primer paso lo ha dado, cómo no, la presidenta Giorgia Meloni, en demostración de que a Europa, al final, sólo la defienden los patriotas.