Ayer, en una abarrotada plaza de toros de Murcia y en un vibrante discurso silenciado por el poderoso aparato propagandístico al servicio de los grandes partidos, el líder de VOX, Santiago Abascal, colocó otro pilar maestro en los cimientos de su partido que merece una reflexión especial.
Nos referimos a la idea de que la misión de Vox, como la expresó Abascal, es la de recoger «el consenso natural» y armar a su alrededor la gran coalición de las personas honradas.
Al enunciarlo así, Abascal confirma que VOX, más que una fuerza política, es un movimiento surgido de la necesidad de enfrentarnos, por fin, al consenso artificial de raíz socialdemócrata. Ese consenso, palabra magnética en la España democrática, que el bipartidismo ha impuesto en contra de los verdaderos intereses, los auténticos sentimientos y las necesidades reales de la nación. O lo que es lo mismo, el consenso natural de un número creciente de españoles que siente la íntima convicción de que la partidocracia ha anulado su voluntad utilizando la ficción de la representación política y el abuso de poder.
No es exageración, sino análisis riguroso, afirmar que el consenso artificial de unos partidos que se arrogaron con descaro la representación de los deseos de la nación, y que incorporaron sin cautela alguna a nacionalistas y comunistas, ha gobernado de espaldas a los intereses reales de los españoles.
¿Acaso alguna vez quisimos ser dependientes en lo energético? Es evidente que no, pero lo somos porque el consenso artificial de los partidos así lo decidió. ¿Quisimos poner en peligro nuestra identidad, el ethos español, y la seguridad de nuestros barrios con una política de fronteras débiles? Hay un consenso natural, ese con el que Vox quiere armar su coalición de votantes, que dice que no. Pero el consenso artificial decidió por nosotros que sí.
¿Quisimos alguna vez convertir el derecho a la vida en el derecho a la muerte? ¿Qué español que madruga, trabaja y paga, quiso reabrir heridas cerradas y juzgar desde un presentismo absurdo a nuestros antepasados? ¿Conocemos alguna persona honrada que disfrute con el derroche de las autonomías que han parcelado España y han ahondado en las desigualdades? ¿Quisimos mayorías políticas en vez de mayorías constitucionales en nuestro tribunal de garantías? Hay muchas más preguntas, pero a mayor sinceridad en las respuestas, mayor comprensión de lo que es el consenso natural y por qué es mayoritario entre los españoles honrados.
Tiene razón Santiago Abascal cuando advierte de que los ataques a Vox se recrudecerán en las próximas semanas y meses. El consenso artificial, el mismo que llevó la semana pasada al líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, a abandonar la posición histórica provida de su partido y aceptar con entusiasmo el derecho a matar con plazos a un inocente, ha detectado con preocupación que hay un movimiento en torno a Vox que no decae y que quiere armar una gran coalición de personas hartas de que se falsee la realidad. Una coalición de millones de honrados disidentes. Y cada día, más.