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7 de febrero de 2023

El sueño de la destitución de Irene Montero

La secretaria de Acción de Gobierno de Podemos y ministra de Igualdad, Irene Montero. Europa Press

Sin la menor de las dudas, la destitución fulminante de la ministra de Igualdad, Irene Montero, de todo su equipo y la disolución inmediata del Ministerio de Igualdad, es el precio justo que habría que pagar por el desastre de la conocida como Ley del sólo sí es sí que ha rebajado ya cientos de penas y ha puesto en libertad a decenas de delincuentes sexuales.

Pero una cosa es lo que es justo, incluso equitativo —a tal fiasco, tal asunción de responsabilidades políticas—, y otra bien distinta lo que nos enseña la experiencia acumulada en estos años del peor Gobierno de la Historia de España.

Recordemos, y resulta increíble tener que hacerlo, que este es el mismo Gobierno de coalición entre socialistas y comunistas que aseguró el 31 de enero de 2020 que «España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado» de covid-19. A fecha de ayer, los casos diagnosticados según los datos oficiales —es decir, incompletos— han sido 13.740.531 y han muerto 118.712 personas. Pero el ministro de Sanidad de entonces, Salvador Illa, que se jacta de no arrepentirse de nada, es hoy el líder de los socialistas catalanes que han pactado con ERC los presupuestos del desleal Gobierno de la Generalitat. Por cierto que el coordinador de emergencias sanitarias, autor de aquella frase infame, todavía es Fernando Simón, premio Emilio Castelar 2020.

Podríamos escribir durante horas de otros desastres del Gobierno de Sánchez, como la negación sistemática de la inflación por parte de la ministra de Economía, Nadia Calviño. «Será un fenómeno pasajero», dijo. O el inolvidable pero gravoso para tantos españoles pirateo de los sistemas informáticos del Servicio de Empleo Público que causó un caos mayúsculo en la gestión de las prestaciones y que la ministra Yolanda Díaz, hoy elevada a líder del fenómeno de sustitución programado de Podemos, achacó a «labores de mantenimiento».

Podríamos, por supuesto, hablar del ministro Grande Marlaska y su afición por fulminar honrados guardias civiles, o del daño que al campo español hizo el ministro de Consumo, el nostálgico de las tiranías soviéticas Alberto Garzón, cuando declaró a un periódico británico que las macrogranjas españolas exportaban «carne de pobre calidad».

Podríamos seguir con todos y cada uno de los ministros del presunto doctor en Economía Pedro Sánchez, culpable de haber decretado dos estados de alarma inconstitucionales que confinaron y perjudicaron a millones de españoles, pero el resultado final sería el mismo: cero destituciones por incompetencia manifiesta y ningún reconocimiento público de culpa. Recuerden que el presidente se dio a sí mismo un notable en la gestión de la pandemia. La izquierda es infalible.

Por eso, no podemos esperar, ni siquiera imaginar, la destitución de la ministra de Igualdad. El que lo desee, sólo podrá soñarlo. El anuncio de la modificación unilateral por parte de los socialistas de la perniciosa Ley de sólo sí es sí no obedece tanto al daño que sabían (Carmen Calvo, dixit) que iba a causar como a la cercanía de las elecciones autonómicas y municipales en las que el PSOE, zorro viejo, necesita marcar distancias con sus no sólo incompetentes, sino también ingenuos, socios podemitas de Gobierno.

Abandonemos, pues, toda esperanza de que haya dimisión o destitución alguna que obedezca a la asunción honrada de responsabilidades por incompetencia o sectarismo. El día que los haya, si los hay, será sólo por estrategia electoral. Hasta ese nivel llega el narcisismo patológico de un presidente preocupado sólo por cómo pasará a la Historia. Aunque la verdad es que hace bien en estar preocupado. Muy preocupado.

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