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10 de junio de 2022

Fernandosimones y calviños

El todavía director de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, y la todavía ministra de Economía, Nadia Calviño (Ep)

Igual que el Gobierno de Pedro Sánchez, apoyado en su científico de cabecera, el inefable Fernando Simón, nos aseguró que apenas habría uno o dos casos a lo sumo de covid-19 en España (cerca de 13 millones de infectados, 107.000 muertos ‘oficiales’, 68.000 empresas destruidas, la mayor pérdida de PIB no recuperado de todo Occidente), el mismo Gobierno con el mismo presidente negó todos los análisis publicados a partir de mayo de 2021 que anticipaban la llegada de una inflación galopante. Recordemos que por aquel entonces no había ni sombra de guerra en Ucrania, sólo una catastrófica gestión de la pandemia reforzada con una destructiva política energética de rendición a los postulados de la Agenda 2030, un gasto político disparado, subida general de impuestos y tasas, y un aumento injustificable de la oferta pública de empleo en unas administraciones ya elefantiásicas. En resumen: socialismo.

El fernandosimonazo de todo el desastre económico ha sido responsabilidad de una de las ministras mejor valoradas (por el New York Times, esa biblia de la progresía mundial), la titular de Economía, Nadia Calviño, que tranquilizó a todos los españoles asegurando que «la pandemia tendrá un impacto poco significativo en la economía española». La misma ministra que luego, ya vicepresidenta del Gobierno en atención a sus méritos como ojo-de-águila, rebajó el nerviosismo de los españoles diciendo que «la subida del IPC será un fenómeno transitorio». Y ahí sigue. Todavía nuestros colegas de El País Semanal no la han subido a una moto ni Planeta Calleja la ha montado en un globo, quizá porque la moto y el globo ella ya los lleva de serie.

El incremento desorbitado, constante y no transitorio de los precios con el que cerramos 2021 (algo sabían los europeos sobre la incapacidad de Calviño cuando impidieron que se hiciera con la presidencia del Eurogrupo), ya sólo es un recuerdo nostálgico de tiempos mejores en comparación al incremento de los precios que sufrimos hoy por la negativa del Gobierno a tomar, cuando hacía falta, las medidas necesarias para luchar contra la inflación. Hoy, con la estanflación en la que malvivimos, cualquier medida llega tarde y ya no garantiza el éxito, lo que no quita para que el Gobierno esté obligado a intentarlo.

Sin embargo, lo único que intenta el Gobierno de Sánchez, Calviño y la responsable del desastre del SEPE, Yolanda Díaz, es culpar de todo —de todo— a agentes externos a nosotros, como la invasión de Ucrania, mientras elige el peor momento posible para destruir nuestras privilegiadas relaciones con Argelia. Relaciones que Sánchez no construyó, sino que se deben al esfuerzo de generaciones anteriores a las que este Gobierno debería haber respetado antes de destrozarlas arrodillándose ante Marruecos.

Para otro editorial dejaremos la mentira constante del IPC, un índice adulterado —como los datos del paro— que no refleja la realidad diaria de los españoles. Cualquiera que haya ido en los últimos tres años a la compra diaria, haya llenado el depósito del auto o haya pagado las facturas de los servicios básicos, sabe que por lo que pagábamos 100 antes de la pandemia, hoy no pagamos 115. Sino mucho más. Y lo que es peor, mucho menos que mañana.

Por todo lo anterior, y por muchas razones más, necesitamos una regeneración ética en España que se grabe en la mente de los líderes políticos que puedan presidir el Gobierno en el futuro. Una regeneración ética que impida la tentación de colocar a fernandosimones y calviños al frente de nada.

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