«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
3 de julio de 2023

Francia, problema y solución

Ante la situación general de revueltas islamistas en Francia, lo primero debe ser restaurar el orden público. Para ello, los poderes del Estado, y al frente de todos ellos, la Presidencia francesa de ese paladín de la moderación y la multiculturalidad que es Emmanuel Macron, deben desplegar toda la fuerza legítima y necesaria para devolver la paz a las calles francesas. Sin orden público, es decir, en presencia de una ruptura violenta de la convivencia, sólo cabe recurrir a la defensa de la ley con todos los medios coercitivos legítimos y proporcionales al alcance del Estado, lo que incluye, por supuesto, el despliegue de las Fuerzas Armadas.

Una vez conseguida la restauración del orden público, el siguiente paso es abordar al fin la causa real de los días de barbarie en los que está inmersa Francia. Hablamos de causas y no de excusas. Nada tiene que ver la infortunada muerte de un delincuente juvenil francés de origen argelino a manos de un policía. La causa es evidente a los ojos de todos los que no sufran la ceguera del buenismo, y es la radical incompatibilidad de la inmigración de origen musulmán con las naciones de la Europa judeocristiana.

Durante siglos, los europeos construimos con paciencia estados soberanos con pueblos homogéneos basados en una beneficiosa conciencia de unidad. No sólo política, sino de pensamiento y de acción. Conservar esa homogeneidad hubiera sido lo deseable. Sin embargo, la reorientación de la izquierda europea tras el derribo del Muro de Berlín promovió, entre otras locuras, la hegemonía del multiculturalismo que, combinado con el globalismo aceptado con entusiasmo por el llamado centro-derecha moderado, usó la excusa del invierno demográfico alentado por los políticos irresponsables. Así, y en muy poco tiempo, el corazón de Europa se llenó de inmigrantes de África y Oriente Medio, en su inmensa mayoría de religión musulmana, de dificilísima adaptación, por no decir imposible, a los valores de las democracias de corte liberal.

Por desgracia, las mismas ideas que alentaron esa inmigración desordenada e incompatible permanecen hoy inalterables ante los estallidos de violencia que desde hace dos décadas recorren Europa y que sólo se detienen ante la fronteras de aquellas naciones del Este de Europa que tras un análisis honrado, decidieron proteger el futuro de sus pueblos y aplicar una política de defensa de sus fronteras y cero inmigración incompatible.

Si grave es la violencia, el desorden, la destrucción de la propiedad privada y el saqueo, no es menos grave que los que tienen la responsabilidad del mando no lo ejerzan. Las irresponsables declaraciones de Emmanuel Macron señalando a los videojuegos como promotores de la violencia serían risibles si no fuera porque nos demuestran hasta qué punto los paladines del multiculturalismo perseveran en el error de no llamar a las cosas por su nombre.

Por fortuna, y aunque quizá tarde para Francia, una oleada de reacción navega en paralelo al caos promovido por el globalismo. Si lo primero es restaurar el orden, lo segundo ya no va a poder ser abordar la causa real del caos, sino promover que las fuerzas patrióticas lleguen al poder para que sean ellas las que trabajen en la reconstrucción de la unidad indispensable para asegurar el futuro de la vieja, y por lo tanto respetable, Europa.

Por desgracia, y como queda demostrado en cada biblioteca incendiada, en cada policía atacado, en cada ciudadano apalizado, en cada comercio desvalijado y en cada coche quemado, las fuerzas de izquierda y del llamado centro moderado no nos sirven. Son parte del problema y no de la solución.

Noticias de España

.
Fondo newsletter