«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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10 de diciembre de 2022

La hora de la unidad

El presidente de Vox, Santiago Abascal, durante su declaración institucional ante el golpe de Sánchez a la separación de poderes (foto: VOX)

En esta hora decisiva para España, cuando los enemigos de la nación conspiran y trabajan desde los propios organismos e instituciones para subvertir el orden constitucional y derrotar al Estado de Derecho, los partidos políticos españoles, los que merezcan tal adjetivo, y junto a ellos la sociedad civil y los pocos contrapoderes que todavía resisten a lo que sólo puede calificarse de golpe institucional, están obligados a actuar en defensa de la nación.

El presidente Sánchez, con desprecio de su promesa de cumplir y hacer cumplir la Constitución, ha roto el hilo constitucional que da continuidad a nuestro ordenamiento y está decidido a cambiar las reglas del juego. Una decisión que no tiene otros motivos conocidos que dar satisfacción a sus aliados separatistas y avanzar en un plan deliberado de destrucción de la nación política y de la forma de Estado —una monarquía parlamentaria basada en la soberanía nacional y en la división de poderes—, que los españoles nos dimos en 1978 y que reafirmó la existencia de una nación histórica metaconstitucional que no puede ser alterada sin que medie un largo proceso que requiere, como condición indispensable, consultar al pueblo español.

Este golpe institucional, de una vileza extraordinaria por cuanto se da en compañía de sediciosos y otras escorias filoterroristas, exige que todos los españoles honrados de serlo aplacemos cualquier diferencia política y nos unamos en defensa de España y en contra de un presidente que ha quebrantado con malicia, faltando a su paupérrima conciencia y a su desconocido honor, su promesa de fidelidad a la nación española. Una nación que es la patria común e indivisible de todos los españoles, sin la cual nada es posible y lo peor es imaginable.

Ante la inacción del principal partido de la oposición, el PP, que parece contentarse con la posibilidad remota en el tiempo de heredar los cascotes de lo que quede de los muros de la nación, la tercera fuerza parlamentaria, Vox, ha propuesto una moción de censura en la que renunciará a su derecho de presentar a Santiago Abascal como candidato a la Presidencia del Gobierno e iniciará, con la mano tendida al resto de los partidos de la oposición y al conjunto de la sociedad civil, conversaciones para proponer un candidato neutral, que no milite hoy en partido alguno, y que se comprometa a convocar elecciones inmediatas.

Es cierto que la aritmética está en contra de esta moción de censura. Pero sólo si pensamos que no hay en el Congreso de los Diputados una mayoría absoluta de 176 diputados cabales, honrados y dignos, no importa de qué partido sean, que detenga el golpe institucional en marcha y permita la convocatoria de elecciones anticipadas para que los españoles, ellos y sólo ellos, refrenden o repudien la traición de Sánchez.

Nada hay que perder y sí mucho que ganar en una moción de censura con un candidato neutral que, además de paralizar la acción totalitaria de este Gobierno desquiciado, exigiría a los partidos políticos, a todos ellos, que expusieran ante la opinión pública, y ante el conjunto de la sociedad española, si están a favor de dar la voz y la responsabilidad al pueblo español o en contra. La propuesta de Vox sólo es esa: detener el golpe institucional, dar la oportunidad a los españoles de acudir a las urnas y decidir si la nación política, que sólo lo es como consecuencia de la existencia de la nación histórica, merece ser defendida o que arda como han ardido otras naciones en la hoguera de la Historia cuando los tiranos indignos se apoderaron de ellas.

La situación de España es tan grave que lo único que podría empeorarla es no hacer nada y limitarnos a protestar en twitter. Vox quiere hacer. Ahora. Ya. Cuando todavía se puede hacer algo. Mañana puede ser tarde y no digamos dentro de un año, cuando a la velocidad a la que nos conducen Sánchez y sus aliados hacia el precipicio, todo esté perdido. Ha llegado el momento.

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