Pocas veces habíamos visto en España una campaña periodística tan feroz e injustificada contra un partido político como la que estos días, y los que quedan, sufre VOX. Deberíamos remontarnos a principios del siglo XX, cuando los libelos partidistas, en ocasiones apenas unas pocas hojas volanderas, cargaban con una saña desmedida contra el adversario político con toda suerte de seudonoticias inventadas, chistes zafios, caricaturas grotescas y motes desafortunados.
Un siglo después, y a la vista está, el periodismo español ha vuelto al libelo infamatorio con desprecio de sus lectores, oyentes y televidentes, y para desgracia sobre todo de determinados periodistas que, en esta operación de acoso y derribo de VOX, han destruido lo único que deberían guardar con celo: su buen nombre y su credibilidad.
Es cierto que esta operación ya viene de antiguo. Desde el propio nacimiento de VOX, han sido mayoría los medios que desde sus legítimas posiciones de izquierda han infamado a un partido patriótico, desinformando a sus lectores y condicionando a la opinión pública con el objetivo de capitidisminuir las posibilidades de la formación que preside Santiago Abascal.
Estos medios progres usaron, y usan, un sesgo por comisión que distorsiona la realidad sobre VOX para forzar al lector a inclinarse hacia conclusiones premeditadas. A esta operación se sumaron pronto varios medios dizque (presuntamente) moderados, autodenominados de centro-derecha, férreos defensores del bipartidismo, que hasta ahora usaban un sesgo por omisión, que en la práctica significaba no informar de una noticia si esta iba en contra de la narrativa de lo establecido y daba la razón al discurso de VOX.
Los ejemplos de uno y de otro sesgo están en la memoria de cualquier español informado. No nos detendremos en ellos por cuanto resulta más interesante recordar cómo en esas operaciones de acoso y derribo, todos esos medios destruyeron su credibilidad informando de cuando en cuando, sobre todo tras la benéfica irrupción de VOX en las instituciones, del hundimiento e inminente muerte de la formación patriótica.
La realidad, es decir, la verdad, es por entero distinta. El muerto que los medios matan con regularidad goza de buena salud política. Presente en cinco gobiernos autonómicos, en la inmensa mayoría de parlamentos regionales, decenas de ayuntamientos, cientos de concejales en toda España y una envidiada red de apoyos internacionales tanto en Europa como en toda la Iberosfera como ningún otro partido político español.
Con precisión, fue este éxito de VOX en las elecciones autonómicas del pasado mes de mayo y su relevancia internacional lo que provocó una campaña de demonización inmediata y abusiva, avalada con manifiesta irresponsabilidad por el Partido Popular, en ls elecciones generales del pasado 23 de julio.
A pesar de todo, a pesar de todos, más de tres millones de españoles respaldaron el discurso de reconstrucción nacional de VOX que tantos éxitos cosecha en la gestión de las autonomías en las que participa del Gobierno.
Cualquiera podría esperar que aquella gravísima ceremonia de la confusión previa al 23J que permitió la reedición agravada del Gobierno frankenstein, y comprobada que la gobernabilidad de España ha quedado en manos de los permanentes chantajes de filoterroristas, golpistas y prófugos de la Justicia que exigen con descaro y lo que es peor, con posibilidades reales de éxito, un cambio de régimen, determinados medios aflojarían la presión contra VOX. No ha sido así, sino que ha ido a peor.
Lo advirtió el propio Santiago Abascal con clarividencia el pasado 1 de enero cuando anuncio que «en los próximos meses asistiremos a un ataque feroz contra VOX coordinado desde el bipartidismo». Así es y así será. La cercanía de varios procesos electorales, unida a la constatación de una inequívoca ineptitud del Partido Popular para hacer oposición real al sanchismo destructor, han decretado la enésima muerte de VOX.
Esta vez han ido con todo, inventando familias, corrientes, rebeliones anónimas, pérdidas masivas de afiliados y supuestos desafectos provinciales. Incluso hay comunicadores mañaneros —proclives a desempolvar sus viejas técnicas de deshumanización maoísta— que han llegado en los últimos días al colmo del esperpento y del ridículo al motejar con nombres infames (führer, duce, conducator) al presidente de VOX como un tirano en soledad. Puede que ese comunicador, sólo perseverante en el error y cegado por la soberbia, apenas vea el reflejo de sí mismo y de su recién estrenada soledad en el Consejo de Administración de su radio.
La realidad sobre VOX, de nuevo la verdad, es bien distinta. El nuevo Comité Ejecutivo Nacional que saldrá de la Asamblea General Extraordinaria convocada para dar respuesta a la enorme responsabilidad que tiene VOX para con los españoles, con todos los que le votan y con todos los que lo harán en un futuro, desmiente todas las noticias falsas publicadas y pregonadas en las últimas semanas. Pero esto, y aquí estamos por entero de acuerdo con el presidente Abascal, sólo redoblará los días de furia y mentiras contra el único partido nacional que merece tal nombre.
Desde LA GACETA sólo podemos lamentar la pérdida de la credibilidad personal y profesional de determinados periodistas que en vez de hacer periodismo —que es oficio de canallas, pero no de mentirosos—, han vendido su ética a cambio de unas monedas de dinero público arrojadas por el bipartidismo.
Al mismo tiempo, animamos a VOX a su nueva directiva, a sus cargos públicos al servicio de España, a sus decenas de miles de afiliados y a los millones de españoles que ven en ese partido la única oposición real al golpe institucional sanchista, a mantener intacto el espíritu de perseverancia en defensa de los intereses de los españoles. Ese espíritu que, como dijo Santiago Abascal también el pasado 1 de enero, «no obedece a circunstancias ni a componendas, sino a un íntimo sentido del deber para con España y con nuestros hijos». Es decir, para los que están por venir. Y serán millones.