«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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19 de mayo de 2021

Márchese, señor Sánchez

España no tiene remedio. Al menos, no con este Gobierno socialista y, por la experiencia acumulada a lo largo de las décadas, con la izquierda en su conjunto. Hace una semana, mientras el servicio de seguridad interior (DST) marroquí preparaba junto a la Gendarmería la invasión de Ceuta, la izquierda que nos desgobierna se afanaba en los preparativos de una reforma constitucional para sustituir el término ‘disminuidos’ por el de ‘personas con discapacidad’ para que no haya discriminación alguna más allá del derecho reproductivo (!) de matarlos si es que su discapacidad es detectada en el vientre materno. Al mismo tiempo, había revuelo en los escaños de los partidos del Gobierno por la presentación de una ley específica sobre transexualidad que, al estilo de la aprobada por el PP en la Comunidad de Madrid, evite la discriminación que sufren los enfermos de disforia de género y dé cobertura legal a la idea de que el sexo es una construcción mental subjetiva.

Solo un loco se plantearía recompensar a Marruecos con 30 millones de euros por invadir Ceuta y regalarnos la tutela de 1.500 menores

La izquierda es experta en usar el dinero de los contribuyentes para dar respuesta a problemas que ella misma crea, pero es incapaz de solucionar los problemas reales como los efectos económicos desastrosos de la pandemia, los desafíos globalistas a nuestra identidad como nación o la defensa de nuestras fronteras, que es la defensa de la integridad de España, de los derechos de los nacionales y, también, de los inmigrantes legales.

Las pruebas de la ineptitud del Gobierno para hacer frente a los problemas no inventados son abrumadoras y sólo el cese inmediato de la directora del Centro Nacional de Inteligencia, Paz Esteban, nos convencería de que el doctor (?) Sánchez no tenía información suficiente para reforzar la frontera ceutí con algo más que los 50 guardias civiles que la incompetente ministra de Exteriores, González Laya, anunció cuando la invasión marroquí ya había comenzado y sólo un loco se hubiera planteado recompensar a Marruecos con 30 millones de euros por invadir Ceuta y regalarnos la tutela de 1.500 menores.

En su soberbia y en su ambición ciega e inculta, no dudamos de que Sánchez desoirá todas las voces que le piden, incluso suplican (y nos sumamos con agrado a la súplica), que comprenda que un Gobierno socialcomunista sólo es tolerable a regañadientes en una situación de orden social y de bonanza económica, pero desastroso en tiempos de crisis económica y social como la que padecemos.

El socialismo, como ya ha ocurrido en Francia o en Grecia, debe desaparecer. Por incompetente y, sin duda, por extemporáneo. Pero mientras esperamos ese glorioso día, Sánchez debe convocar elecciones para que sean los españoles los que decidan si quieren que el Gobierno se ocupe de los problemas inventados como el lenguaje inclusivo, los derechos de los transexuales o tantas memeces que forman parte de la Agenda 2030; o si quieren que un Gobierno español se enfrente a los retos que ponen en peligro nuestro futuro como nación: el desplome real del PIB, que es el doble del oficial, la llegada de la generación del boom de la natalidad a la edad de la jubilación pensionada, la recuperación del sector turístico, la revisión urgente del gasto público y del despilfarro político, el intacto desafío separatista catalán, el desplome de la calidad educativa fruto de una mezcla a partes iguales de pandemia y socialismo; la recuperación de la confianza de los españoles en sus instituciones, la defensa de la españolidad de nuestras ciudades e islas africanas, el control del islamismo radical en las mezquitas, el incremento de la capacidad militar de Marruecos y todos los demás etcéteras que el lector conoce…).

En otras palabras que en un tiempo que ya parece lejano fueron sabias pero que hoy necesitan una ampliación inclusiva: márchese, señor Sánchez, o señora; o señore. Márchese ya. España necesita ponerse a trabajar en lo importante y usted lo impide.

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