«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
22 de agosto de 2022

No matéis a los filósofos

Foto de archivo de Daria Duguina, politóloga e hija del filósofo ruso Alexander Duguin, asesinada ayer en Moscú en un atentado contra su padre (Tsargrad.tv via Reuters)

El asesinato cerca de Moscú de Daria Duguina, hija del famoso filósofo euroasianista y más o menos putinófilo Alexander Duguin y que murió cuando estalló un bomba colocada en el coche de su padre —que en el último momento decidió ir en otro vehículo—, introduce un nuevo frente, el atentado terrorista, en la guerra de Ucrania. Y es un frente perturbador que escapa a las leyes de la guerra y que sin duda será usado por el Kremlin en su afán propagandístico. A estas horas, y parafraseando aquel famoso y antiperiodístico titular: el mundo está en vilo a la espera de la respuesta de Putin al asesinato de la hija de Duguin.

A falta de información, y por más irresistible que sea la tentación, no especularemos sobre la autoría del atentado. Haya sido un golpe ucraniano —Zelenski, por fuerza, ya lo ha negado—, o responsabilidad de un grupo de oposición ruso a Putin, una acción mafiosa o incluso un atentado de falsa bandera, lo que el asesinato de esta joven filósofa y periodista de 30 años ha mostrado es el cinismo de una gran parte de la opinión pública en Occidente, que mientras se hace cruces democráticas, celebra un atentado terrorista contra un no combatiente.

Y la verdad es que no hay nada que celebrar. No sólo por la cantidad de misiles hipersónicos que disparará mañana el Ejército ruso con el nombre de Duguin escrito en sus cabezas, sino por los efectos perversos que para cientos de millones de personas tendrá acorralar a Putin a bombazos en el corazón de su novoróssiya, la nueva Rusia que también reclama Duguin.

Lo escribimos y lo dijimos desde el primer día de la invasión: hay que combinar voluntad e imaginación para que Ucrania gane la guerra y no la pierda Rusia. No tenemos duda alguna de que las consecuencias de ampliar el frente de batalla al asesinato de las familias de los pensadores rusos cercanos —pero aun así, distantes— a Putin, es, aparte de un crimen, una idea horrible.

Para otro día, quizá para un artículo, dejamos la crítica que se debe hacer de las ideas de Alexander Duguin. Mucho de lo que ha escrito este filósofo ruso es interesante y acertado. También hay muchas contradicciones irresolubles, o al menos irresolubles para la mentalidad Occidental, que sólo pueden ser entendidas por los pensadores rusos que, como Duguin, trataron de encontrar una forma de superar el trauma de la descomposición de la URSS.

Sea el pensamiento de Duguin el que sea —acertado, equivocado, contradictorio y siempre ruso— lo que nosotros creemos es que nadie debe ser asesinado por sus ideas. Que es algo con lo que Duguin pudiera no estar de acuerdo. Pero aun así.

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