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29 de abril de 2022

No voten más al socialismo

La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía, Nadia Calviño (EP)

Los datos de la EPA conocidos ayer, la pérdida de más de 100.000 empleos, junto al recorte de tres puntos en la previsión de crecimiento de la economía española —la peor de Occidente— y la subida de apenas un 0,3 por ciento en el PIB en el primer trimestre del año por el frenazo en seco del consumo de las familias, de las maltratadas familias españolas, forman un escenario de crisis. Cuando a estos datos se les une los datos de una inflación permanente y en ascenso, de la descomunal subida del índice de precios industriales, la subida del precio de las importaciones muy por encima del de las exportaciones, la inflación diferida que anticipan todos los datos anteriores y el nivel de endeudamiento acumulado que no disminuye pese a una mayor recaudación, nos da como resultado una crisis económica como no se había visto en España desde la década de los 70.

Podrá el Gobierno usar todas las mentiras y excusas sobrevenidas que le parezca, desde la invasión de Ucrania a la tensión entre Marruecos y Argelia o la escasez de microchips, pero la realidad es que todos, absolutamente todos los datos de la crisis que hoy padecemos, fueron anticipados hace más de diez meses, en junio de 2021. Y todos aquellos datos y proyecciones, absolutamente todos, fueron negados por el Gobierno socialcomunista que se lanzó a una política irresponsable de gasto y endeudamiento mientras alardeaba en los medios adictos, casi todos, de las magníficas perspectivas de recuperación.

Dio igual que los medios no adictos, casi ninguno, informáramos con lealtad, no a este Gobierno, sino a España, de que la tormenta perfecta estaba en formación. En su momento, pedimos políticas económicas de ajuste, de contención del gasto, de austeridad presupuestaria. En su momento, informamos de que con los datos que anticipaban el desastre, y con los objetivos irrealizables del Gobierno, los Presupuestos Generales del Estado nacían muertos. No preveíamos entonces que nuestro Gobierno destrozaría nuestra política internacional en el norte de África hasta rendirnos a Marruecos, enemistarnos con nuestro suministrador de gas, Argelia, y hacernos dependientes de, quién lo iba a decir, Estados Unidos. O tempora!, o mores! Es verdad que el papel en el que se escribieron los Presupuestos Generales lo aguanta todo, pero también es la mejor prueba de la incompetencia.

España se adentra en una crisis gigantesca de la que no nos salvarán unos fondos europeos que ahora parecen raquíticos y que están mal gestionados. Tampoco nos salvaremos con un 30 por ciento de nuestro tejido empresarial destruido por la pandemia y la ineptitud de este Gobierno. Las únicas soluciones son las de siempre: bajada de impuestos, permitir que el dinero esté en manos de las familias, eliminación del gasto político, incentivar y agilizar la creación de empresas, acabar con la persecución fiscal a los nuevos emprendedores, bajar las cotizaciones y comenzar a recorrer sin miedo el camino de la soberanía energética que nos permita en el futuro encarar las crisis de otra manera.

Todo lo anterior… y no volver a votar socialismo. Eso, desde luego, sería la mejor solución.

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