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11 de julio de 2022

Rechazo global a Sánchez

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. Europa Press

Mañana comenzará, después de siete años de silencio, el Debate sobre el Estado de la Nación. A estas horas todavía no sabemos de qué nación hablará Sánchez. Si del país (o países) de las maravillas en las que nuestro eterno adolescente se sienta a tomar té con la liebre de marzo y celebra cada día como si fuera su no-cumpleaños, o de la nación más antigua de Europa que se desangra por la incompetencia de su Gobierno y sus vergonzosos pactos, suyos de él, con los enemigos, interiores y exteriores, de la nación.

Si tuviéramos que apostar, apostaríamos lo poco que nos queda a que Pedro Sánchez, doctor en Economía o eso dicen, nos pintará en un interminable Aló presidente un estado irreal de la Nación que él preside y que no tiene nada que ver con el Estado de la Nación que los españoles que todavía madrugan ven cada mañana al levantar la persiana de su comercio, al reservar los libros de texto y adoctrinamiento a precio de incunable o al recoger una notificación de Hacienda, que somos todos, pero unos más todos que otros.

Por el conocimiento acumulado que tenemos de quién es Sánchez, podríamos escribirle su discurso completo. Sólo hace falta salpicar frases vacías llenas de sinónimos con términos como justicia social, Franco, inclusividad, sostenibilidad, identidad de género, derechos sociales, feminismo, crisis climática, brecha digital, transición ecológica, memoria democrática, emergencia climática y, por supuesto, decenas, puede ser cientos, de alusiones a «estepaís», que es el eufemismo preferido de los izquierdistas para no mencionar el nombre duro y malsonante —para ellos— de España.

El mismo vasto conocimiento de un presidente que se autocalificó con un notable alto por la peor gestión de la pandemia de toda Europa, nos lleva a profetizar que Sánchez achacará todos los datos económicos, incluido el fiasco de la excepción ibérica y la ruptura de nuestras relaciones comerciales con Argelia, al efecto mariposa de la invasión rusa de Ucrania.

Acordémonos en este punto de que los primeros avisos sobre la inflación fueron publicados en mayo de 2021, y baste añadir que la ministra de Economía se pasó los siguientes ocho meses asegurando que la inflación sería pequeña y pasajera, para que comprendamos que la guerra en Ucrania, además del horror y la injusticia, es sólo un deus ex machina al que se agarra el presidente para engañar a los españoles que todavía —por desgracia, millones— se dejan engañar por el socialismo y sus medios amaestrados.

Elogiará Sánchez el nuevo plan estratégico de la OTAN que su coro de tiralevitas nos dijo que incluiría a Ceuta y Melilla pero que ya sabemos que no. Balbuceará un plan para África sin incidir en que nuestras Fuerzas Armadas preparan su repliegue del Sahel. Ensalzará su plan anticrisis y sus excepciones ibéricas que, como saben todos los que pagan sus propias facturas de luz, no funcionan y reventarán cuando llegue el crudo otoño. Se enorgullecerá de su apuesta por las renovables mientras le compramos gas frackeado a los Estados Unidos. Se felicitará por el avance en derechos sociales de la ínfima minoría trans cuando la mayoría de los países rectifica ante el error cometido a costa de miles de niños condicionados y adolescentes desorientados hasta la perturbación… y un largo etcétera de mentiras de ese calado.

Sabemos que Sánchez, en suma, reducirá el estado de la nación a su propio estado de narcisista adolescente que jamás tiene la culpa de nada. Culpa es lo que le sobra.

Por ese conocimiento exacto de Sánchez, acierta Vox al anunciar que ejercerá una facultad inédita en esta etapa democrática de España como es la de presentar una propuesta de rechazo global a la comunicación que presente Sánchez durante en el Parlamento.

Jamás habíamos visto una enmienda a la totalidad en un Debate sobre el Estado de la Nación, pero es que el desastre de Sánchez también es inédito y jamás, y esto también es nuevo, había habido un partido como Vox.

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