Debemos dejar a los sociólogos la explicación del cambio en la identidad del pueblo espaƱol. Un pueblo que si tenĆa una constante bien definida a lo largo de la Historia, era la de la insumisión ante el abuso del poder y el mal uso del dinero de nuestros impuestos. A lo largo de los siglos, y hasta hace bien poco, los espaƱoles demostraron una querencia casi instintiva por el motĆn como forma de reivindicación. En tiempos no tan lejanos, habĆa muertos en EspaƱa por el largo de las capas, la calidad de las patatas o los impuestos injustos a los bienes de primera necesidad. ObsĆ©rvese la diferencia cuando hace ni siquiera cuatro aƱos, una alcaldesa madrileƱa del bajo pleistoceno comunista ordenó a los vecinos caminar en un solo sentido por una calle del centro. Y lo hicieron. Como borregos en la trashumancia.
Aquella EspaƱa insumisa, amotinada e insurrecta ha cambiado. Ahora, en su mayorĆa, es un pueblo muy obediente que traga con estados de alarma ilegales, impuestos injustos, tasas duplicadas, negligencias criminales no juzgadas, indultos a golpistas, corrupciones, subvenciones injustificables, adoctrinamiento, inmigracionismo y que hasta da las gracias de una manera pazguata por pagar con su propio dinero, el de los impuestos, la rebaja del precio de la gasolina.
El próximo martes, si las previsiones de Pedro SĆ”nchez se cumplen āque siempre estĆ”n zarandeadas por los azares de la improvisación y la incompetencia del Ejecutivoā, el Gobierno ordenarĆ” a los espaƱoles que rebajen su consumo energĆ©tico. Nos referimos al mismo Gobierno que ha ido desmantelando todas las centrales tĆ©rmicas, que se burla a diario de la energĆa nuclear y que se ha cargado las relaciones con Argelia, nuestro antiguo suministrador de gas a precios razonables. El mismo Gobierno que no tiene un plan de soberanĆa energĆ©tica, cuyo presidente compromete 20.000 millones de euros āque no tenemosā para polĆticas transversales feministas y que hace un uso entre ridĆculo y ególatra de los transportes militares, es el que abusarĆ” del sumiso pueblo espaƱol con la entrada en vigor de un Real Decreto que, como ha seƱalado con acierto el partido de Santiago Abascal, supone un confinamiento energĆ©tico en toda regla.
Debe ser el propio pueblo espaƱol el que desactive este nuevo intento totalitario del autócrata SĆ”nchez I el renovable de negar la responsabilidad de su incompetencia y trasladar las culpas a los espaƱoles. Deben ser los partidos polĆticos de verdadera oposición, como herramientas de la participación de los espaƱoles en la vida pĆŗblica, los que llamen a la insumisión frente a la tiranĆa del inĆŗtil. Cuando yunque, yunque; cuando huelga, huelga.
Lo que no puede ser es que haya comunidades autónomas, delegadas de la soberanĆa nacional y subordinadas al poder del Estado, que se rebelen contra las decisiones del Gobierno. Ni siquiera contra las decisiones de este Gobierno de traca y Falcon. Mucho cuidado con las rebeliones, que las carga el diablo y las dispara un nacionalista. Si algunas comunidades autónomas, PaĆs Vasco, Madrid o quien sea, tienen una queja razonable, y desde luego que la tienen, ahĆ estĆ”n los tribunales.