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5 de enero de 2023

Un hombre sabio. Un hombre santo

Benedicto XVI. Zuma Press / ContactoPhoto

El funeral de Benedicto XVI, en el que un papa despedirá a otro en una ceremonia «solemne pero sobria», como pidió el propio pontífice en su testamento, marcará el momento principal de los actos de homenaje y respeto al santo padre tras su fallecimiento.

La muerte de Benedicto XVI ha confirmado que su renuncia no fue tanto el final de su papado como el paso a un lado de un sacerdote llamado más a la oración íntima que a las multitudes, de un teólogo más preparado para la escritura que para el debate y de un filósofo más dedicado al pensamiento que a los discursos. El 23 de febrero de 2013, el santo padre que hoy recibe sepultura en la basílica de San Pedro, a través de la prudencia, se convirtió en un líder espiritual, moral e intelectual más importante si cabe que durante su tiempo como pontífice en ejercicio. Un doctor de la Iglesia contemporáneo.

Dos décadas atrás, pocos días después del fallecimiento de san Juan Pablo II, Roma amanecía empapelada con carteles en los que se leía «un uomo buono» sobre una foto del papa. En los pósteres aparecía también el inconfundible S.P.Q.R., escudo del Ayuntamiento de la ciudad, regido entonces por Valter Veltroni, un histórico de la izquierda italiana, a quien su ateísmo declarado no impidió reconocer y proclamar la evidente bondad de un hombre.

La ceguera que deja la ideología, unas veces parcial, otras total, no privó a Walter de apreciar la bonhomía de Karol Wojtyla, como nadie medianamente honrado de quienes pretendieron ser sus adversarios intelectuales, aun invadidos por el relativismo y el materialismo, puede negar la sabiduría de Joseph Ratzinger, referente del pensamiento europeo durante medio siglo. Fueron muchos los que se esforzaron en ser su rival, aunque no encontraron respuesta, porque «en la concepción relativista, dialogar significa colocar la propia fe al mismo nivel que las conviciones de los otros, sin reconocerle por principio más verdad que la que se atribuye a la opinión de los demás».

Benedicto XVI, cooperador de la Verdad, como reza su lema episcopal y pontifical, ya está en la casa del Padre junto a Juan Pablo II, y su cuerpo descansa en el mismo lugar que ocupó el de su predecesor hasta ser beatificado. Un hombre sabio, luz para la gente corriente, cuya subida a los altares seguramante encuentre la oposición de los poderes de este mundo a los que no se sometío, consciente de que «cuando la política promete ser redención, promete demasiado. Cuando pretende hacer la obra de Dios, pasa a ser, no divina, sino demoníaca».

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