Los medios cercanos al PP saludaron ayer la foto conjunta de los ex presidentes José María Aznar y Mariano Rajoy junto al actual líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la intermunicipal popular celebrada en Valencia como una reivindicación del voto útil a las posiciones de centro moderado. Nada nuevo bajo el sol.
Desde la destrucción de la UCD, la llamada al voto útil ha sido una constante electoral en la formación fundada por Manuel Fraga, olvidado hoy por sus deudos políticos en el centenario de su nacimiento. El asunto es saber qué utilidad real ha tenido el voto al PP en estas cuatro décadas. No nos referimos a la utilidad para el propio PP y su notable red de poder. Esa es evidente. Lo que debemos analizar con honradez es la utilidad para las personas que votaron al PP por convicción o acaso por simpatía por el mal menor. Ese análisis obligado merece que cada español se haga las preguntas adecuadas sobre lo que quiso de ese partido cuando lo votó y lo que recibió a cambio.
Nosotros podemos hacer las preguntas pertinentes —¿somos más libres hoy, tanto de pensamiento como de obra, que en los ochenta?—, pero las respuestas pertenecen a la esfera íntima de la conciencia de los lectores.
Preguntémonos si dimos al PP nuestros votos para que las instituciones promovieran el respeto a la vida y aliviaran el invierno demográfico que sufrimos. O si los votamos para que cualquier español tuviera el derecho de usar la lengua común en cualquier rincón de España sin traba alguna. Preguntémonos si alguna vez votamos al PP para defender nuestras fronteras, que es lo mismo que defender nuestra identidad y nuestra soberanía. ¿Votamos alguna vez al PP para que cesara la manipulación de nuestra Historia y exigiera respeto por la libertad de pensamiento, de investigación y de expresión? ¿Entregamos nuestros votos al Partido Popular para que respaldara el derecho constitucional de los padres a elegir la educación de sus hijos? Más aun: preguntémonos si los votamos para evitar que nadie pueda adoctrinarlos sin nuestro permiso.
¿Gracias a la acción del PP son los gobiernos de determinadas regiones más leales que hace cuatro décadas a España? ¿Está el dinero de nuestros impuestos bien gestionado? ¿Ha descendido la presión fiscal y tenemos más capacidad de ahorro? ¿Creímos que el PP pondría la soberanía energética de España en el centro de su gestión? Comprar una vivienda, que es parte esencial de la identidad española, ¿es más fácil hoy? ¿Son los barrios de nuestras ciudades más seguros? ¿Ha conseguido el PP que los sindicatos cumplan con su función constitucional? ¿Los votamos para oponerse a las leyes ideológicas positivistas que alteran el derecho natural y la verdad científica? ¿Confiamos nuestro voto a un partido como el PP con el mandato de que fuera íntegro a carta cabal a diferencia del socialismo corrupto? ¿Ha servido el voto al PP para acabar con el plan socialista de desconstrucción de la España constitucional surgida de la Transición?
Podríamos seguir hasta el alba escribiendo sin demasiado esfuerzo preguntas que merecen una reflexión personal sincera y una respuesta honrada. Pero la pregunta final será una sola: ¿ha sido útil mi voto al Partido Popular? Si lo ha sido, si ha cumplido con sus expectativas, enhorabuena y disfrute de lo votado. Si no es así, y en aplicación del método empírico, desconfíe de que alguna vez lo sea.