El resultado de las elecciones en Castilla y León es de una claridad absoluta. Treinta y un procuradores del Partido Popular —nueve menos de los que pensaban al comienzo de la campaña, que es un dato relevante—, y trece de VOX, doce más que hace menos de tres años, suman la mayoría absoluta necesaria para gobernar y, lo que es importante, para enfrentarse a la izquierda allá donde quiera y pueda hacer daño a una parte esencial de España.
Entendemos que malditas las ganas del PP de pactar con un partido tan desacomplejado como VOX que cada dia les pone ante un espejo en el que los populares pueden ver su rostro deformado por tantos años de seguidismo de las políticas de la izquierda. Y entendemos también las malditas ganas de VOX de pactar con un partido que les ha engañado demasiadas veces en los últimos años.
Pero esto no va de ganas, sino de Castilla y León, que es lo mismo que decir de España. Nuestra defectuosa democracia (según The Economist) necesita volver por su fueros perdidos en apenas tres años de Gobierno socialcomunista. Para eso sólo cabe exigir al Partido Popular que atienda el mandato de las urnas y configure un Gobierno de coalición con VOX, que es una herramienta utilísima para la corrección de los desmanes autonómicos y en defensa del Estado de Derecho, del imperio de la ley y de la soberanía nacional frente a imposiciones ajenas y derivas globalistas. Es decir, VOX es una oportunidad para que el PP dé a sus votantes lo que de verdad quieren. Si no lo hacen, se lo demandarán. Sin dudas.
Por supuesto, todo lo anterior, todo lo que es razonable, necesita que el Partido Popular se tome en serio lo votado en estas elecciones, que es lo mismo que tomarse en serio a Castilla y a León. Génova no puede secuestrar esos votos para jugar al chantaje de «yo o el caos» (como si tantas veces no fueran lo mismo) y aprovecharlos para las próximas elecciones, sean las andaluzas, las autonómicas y municipales de 2023 o las generales que sólo Sánchez —y quizá el indigno Tezanos— sabe cuándo las convocará. El Gobierno de Castilla y León es ahora. Lo demás, cuando toque.
El Partido Popular debería recordar que salvo sacar a los zombis de Ciudadanos de la contienda electoral, el resto de los objetivos que se trazó cuando convocó estas elecciones anticipadas no se han cumplido. Es la hora, por lo tanto, de un cambio de rumbo del PP que empiece por un pacto de Gobierno con VOX en Castilla y León si es que Casado quiere alcanzar el gran objetivo de poner a Sánchez en una nota al pie de los libros de Historia, que es donde se merece estar.
Cualquier otro objetivo, incluida esa gran coalición con el PSOE por el que suspiran tantos mandos en Génova y tan pocos votantes del PP, será inútil y, lo que es peor, malo para la gobernabilidad de España, que es lo único que importa. Ese es el deber al que se referían Santiago Abascal y Juan García-Gallardo cuando aseguraron que «VOX tiene el derecho y el deber de entrar en el Gobierno de Castilla y León». Cuanto antes lo entienda el PP, mejor para todos, incluido el propio PP.
Eso sí, si acaso el PP ha decidido entender otra cosa, sólo tiene que decirlo. Alto y claro. Sin rodeos. Y, por supuesto, sin chantajes.