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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

‘Iremos a votar y tendrán que quitarnos las urnas y las papeletas’

Anoche celebraban las CUP su acto final de campaña en el barrio barcelonés de Poble Nou. Muchachos embriagados de revolución corearon consignas, levantaron el puño y agitaron esteladas. Creen estar protagonizando una historia épica. Tiene la posibilidad de poner en práctica la revolución en la puerta de casa y no la desaprovecharán.

Para el resto de España son un nuevo actor político, extravagante y sobre el que circulan infinidad de caricaturas, pero las CUP llevan más de treinta años en multitud de pequeños pueblos catalanes. No en vano se trata de un movimiento de origen municipalista y de vocación mayoritariamente rural.

Panorámica de la Plaça de la Fábrica de Can Saladirgas, lugar del acto.

Son las CUP y no la CUP. En plural. CUP es el acrónimo de ‘Candidatures d’Unitat Popular’, una reunión de formaciones radicales y de extrema izquierda. Son más una plataforma electoral que un partido político al uso y lo nuclear de su ideología tiene que ver con lo que llaman ‘l’alliberament nacional’. No de Cataluña, de los Països Catalans al completo. Son, de hecho, el único partido que se refiere de manera explícita a Valencia y Baleares como parte del cuerpo nacional de la futura república. Trabajan mucho y bien la comunicación gráfica. Son maestros de la cartelería política, donde nunca falta el mapa, ya icono, que abarca “de Salses a Guardamar i de Fraga a Maó”.

Mas no se nutren exclusivamente de la cuestión nacional. Han comprado toda la mercancía ideológica de la izquierda posmarxista y han hecho suyas cuantas revoluciones caen en sus manos.
Marx había errado el tiro, el enemigo no era (sólo) el patrón, era el sistema creado por Occidente. Todo él. Y en eso están. Toman banderas como el feminismo, el igualitarismo, el multiculturalismo, el veganismo, el ecologismo y el antifascismo. Sobre todo el antifascismo. Viven a la contra de un sistema político enterrado en 1945.

‘Independencia para cambiarlo TODO’.

Y viven de hacer la revolución. De la épica. De las historias de Allende y la II República. De los mapuches y los movimientos anticoloniales. De la canción protesta y la Revolución de los claveles, de los barbudos cubanos y de Ernesto Guevara.
Añoran guerras que no vivieron. Quieren su parte de revolución. Buscan grises para correr delante de ellos y un Estado español que persiga sus mítines. Ganar al ‘fascismo’ con carácter retroactivo. Por eso son felices acudiendo a actos ilegalizados. La épica del resistente. Uno llega a la conclusión de que son pura nostalgia. Son la canción de Ismael Serrano: “Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito/ de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo/ y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana”.

Cartel de la plaza en el que tricornios gigantes abducen catalanes.

Y ya tienen su revolución en marcha. Sin represión no era completa, ahora ya lo es. Yo hubiera preferido ver odio, pero he visto ilusión. Ilusión nacida a la contra de una idea aberrante de España, mas ilusión al fin y al cabo.
Tomé testimonios que denunciaban una mordaza mientras gritaban, que aseguraban ser objeto de una represión cultural en perfecto catalán y que acusaban una persecución ideológica mientras blandían esteladas. Es todo una impostura, pero ha triunfado. Creen absolutamente en lo que hacen. Anoche cantaron y levantaron el puño. Y soñaron con su república. Y bebían, claro que bebían. Corría la cerveza. Y la marihuana. Y había orejas rebosantes de pendientes, y rastas, pañuelos palestinos y ropa de montaña. Y agitaban banderas. Y quizá estos mismos el domingo quemen contenedores. Habrá ‘mambo’. Es una revuelta. Otros harán cadenas humanas alrededor de los colegios. Y se enfrentarán a sus ansiados grises. La sociedad próspera y tecnológica que les ha tocado vivir les había privado de su derecho a una asonada que contar a sus nietos. Una pretendida opresión nacional se la ha puesto en bandeja.


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