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la facultad de políticas es una suerte de gulag ideológico

Cultura de la cancelación: una charla contra ETA, censurada en la Complutense

Reunión de la asociación de extrema izquierda Contrapoder. Facebook

Lo llaman cultura de la cancelación porque decir censura es demasiado grosero. Sea cual fuere el nombre de la cosa, la realidad es que la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense no ha celebrado el acto contra ETA organizado por las asociaciones estudiantiles S’ha Acabat! y Libertad Sin Ira programado para este viernes.

El motivo oficial es que el secretario del Departamento de Sociología Aplicada, el profesor Rubén Díez, retiró su aval por discrepancias con los organizadores. La realidad, sin embargo, es que el profesor se echó atrás a última hora cuando se enteró de que diputados de VOX acudirían al evento.

Claro que antes de eso los jóvenes habían tenido que tragar mil excusas. Una de ellas fue retirar el cartel promocional en el que aparecían Pedro Sánchez y Arnaldo Otegui con los ojos rojos, una provocación intolerable en una facultad que lleva décadas hurtando el debate público en libertad. Superado ese escollo, el título del acto, consensuado con el avalista, se iba a titular «Memoria, dignidad y justicia: acto en conmemoración de las víctimas de ETA». 

De fondo, aunque oficialmente no se reconozca, está la formidable presión que ejerce, por un lado, el decanato, de marcada tendencia izquierdista. Y, por otro, los grupúsculos de extrema izquierda que han convertido esta facultad en una suerte de gulag ideológico donde los disidentes sufren un clima de hostilidad asfixiante, o sea, lo contrario de lo que debería ser un centro de enseñanza y debate.  

Parece increíble que una universidad madrileña censure una charla que denuncia la historia criminal de ETA y de quienes hoy pactan con sus representantes políticos. Para entenderlo quizá haya que hablar de asociaciones como Contrapoder, que lleva décadas imponiendo el terror en las aulas de Ciencias Políticas. Impulsada por Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón, Contrapoder actúa contra los estudiantes desafectos igual que los piquetes frente a los trabajadores que no hacen huelga.

De su actividad liberticida puede dar buena fe Rosa Díez, a la que reventaron un acto en 2010 en el salón de actos de Ciencias Políticas. Varias decenas de alumnos pastoreados por el profesor Pablo Iglesias interrumpieron la conferencia de la líder de UPyD, a la que enseñaron tarjetas rojas y pancartas como «Víctima profesional, asesina legal» e incluso leyeron un comunicado en que le acusaban de «despreciable, clientelar y oportunista». Íñigo Errejón también participó en el escrache, palabra por entonces desconocida en España y que sería, años después, la primera aportación de Podemos a la política.

Cartel a favor de Otegui de la asociación Contrapoder

Es un secreto a voces que Contrapoder, germen de Podemos, ha contribuido decisivamente a convertir los pasillos de la facultad de Ciencias Políticas en un experimento sociológico de la extrema izquierda chavista y proterrorista. No es una exageración, en sus paredes y pancartas se han escrito vivas a ETA, a Evo Morales, Hugo Chávez, Otegui e incluso han exigido la libertad del etarra De Juana Chaos cuando se declaró en huelga de hambre. 

Desde luego, esta atmósfera totalitaria no es sólo patrimonio de la facultad de Ciencias Políticas. El 20 de noviembre de 2013 más de un centenar de ultraizquierdistas del Bloque Antifascista Estudiantil irrumpió en el campus de la Complutense hasta llegar a la facultad de Derecho. Varias decenas de ultras accedieron al interior y atacaron a estudiantes del Foro Universitario Francisco de Vitoria con bates de béisbol, defensas extensibles y extintores. Cinco estudiantes acabaron heridos y 19 ultras detenidos.

En esta ocasión no ha hecho falta emplear la violencia. El último episodio de censura en la Complutense es sintomático: la educación es una de esas banderas a las que la izquierda no va a renunciar nunca. Tal es así que, por mucho que la reivindique como elemento vertebrador de lo público, su verdadera concepción es privada, como un coto de caza cerrado al servicio de la causa ideológica.

Acaso el alma de la juventud está en juego y la izquierda lo sabe. Lo ha sabido siempre y, como decía Gramsci, apoderarse de los jóvenes es fundamental porque «la realidad está definida con palabras, por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad».

Finalmente, las asociaciones estudiantiles celebraron el acto fuera de la Universidad, en un centro cultural cedido por el Ayuntamiento de Madrid, de modo que el eslogan escogido sí respondió a la idea inicial: «Tengamos memoria: contra la apología de ETA». En cualquier caso, victoria de la extrema izquierda. Se reducen los espacios de debate. 

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