«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

«¿El gran reemplazo?»

Crisis migratoria

Renaud Camus acuñó la expresión «gran reemplazo» en relación a la inmigración en Europa. Si bien dicha expresión ha sido retomada en distintos ambientes, sigue siendo discutible. Aclaraciones.

El escritor Renaud Camus, procedente de la izquierda (fue miembro del Partido Socialista en los años 1970-1980), acuñó a inicios del 2010 la expresión «gran reemplazo», que conoció un cierto éxito, sobre todo en movimientos identitarios. Más adelante explicó su pensamiento al respecto en un librito titulado Le Grand Remplacement (1). Pero, ¿qué es «el concepto de gran reemplazo»? El autor responde: «Bueno, es muy simple: hay un pueblo y, de repente, en el arco de una generación, en su lugar hay un pueblo distinto, o varios pueblos distintos. […] Como si durante el tiempo de nuestra vida, e incluso menos, Francia estuviera a punto de cambiar de pueblo» (págs. 112 y 115). Explicación que es, como mínimo, rápida y esto especialmente porque Camus, en su ensayo, no intenta en ningún momento demostrar lo que él dice, anunciando tranquilamente, al contrario, «la constatación del cambio de pueblo» (pág. 20), como si ello fuera una evidencia incuestionable que no necesita ser demostrada. Por lo demás, el autor no se molesta en aportar ningún dato como demostración.

Inútil decir que este «concepto» hizo reaccionar rápidamente y al unísono a los bondadosos comentaristas, escandalizados por la brutalidad de la imagen. Es necesario decir que, en ese momento, la inmigración era un tema tabú en las altas esferas (casi como lo es hoy en día) y que había que estar de acuerdo, una vez por todas, en que: 1) el problema migratorio no existe; 2) que la inmigración representa una posibilidad para Francia y Europa; 3) que todo el que no esté de acuerdo con estos dos puntos es un racista al que hay que silenciar lo más rapidamente posible, prohibiéndole cualquier acceso a los medios de comunicación. ¡Esto no favorece en absoluto una reflexión serena!

Ciertamente, la expresión de Renaud Camus es provocadora y, aún más, discutible, pero el exceso en este sentido no debería implicar, por reacción, un exceso inverso, que consistiría en negar la realidad del problema planteado por el concepto de «gran reemplazo» y, a causa de consideraciones ideológicas, cerrar los ojos voluntariamente para, así, tener buena conciencia.

Intentemos aportar algo de sentido común y de objetividad a esta difícil cuestión.

Observemos, ante todo, que no existe pueblo, nación, cultura o civilización que se mantenga siempre la misma, pues todas estas realidades cambian y evolucionan continuamente: allí donde hay vida, hay cambio. El problema, por tanto, no es el cambio en sí mismo, sino el cambio cuando adquiere unas proporciones tales que se convierte en ruptura, cuando se rompe la continuidad entre lo antiguo y lo nuevo, entre el ayer y el hoy. Se trata de un enfoque que obligatoriamente y en cierto modo es subjetivo, porque por un lado depende de la «percepción» de cada persona, por lo que es legítimo que haya respuestas diferentes a este tema.

Sin demostración

No obstante, Renaud Camus se sitúa a este nivel: claramente, lo que él describe tiene una parte de verdad, pero no se molesta en demostrarlo, no es ni descriptivo ni objetivo (no aporta ningún dato), por lo que su registro no va más allá de lo emotivo en su intento de sacudir la mente del lector. Sin embargo, algunas cifras nos permiten comprender mejor la realidad y la amplitud del fenómeno migratorio en Francia. Según los datos oficiales, hoy en día hay entre un 5% y un 6% de extranjeros (contra un 3% en 1911 y un 6,6% en 1931). Jean-Paul Gourévitch, conocido por la seriedad de sus trabajos, llega a una cifra del 11%, es decir, 7.4 millones de personas (2). Pero si añadimos los descendientes directos, que serían franceses al haber nacido en Francia, Jean-Yves Le Gallou estima en «un 20% la parte de población que no es originaria de Francia o Europa» (3). A esto hay que añadir a los «clandestinos», por definición no identificados, cuya cifra varía entre los 400.000 y los 700.000 según los cálculos de Jean-Paul Gourévitch, cifra que se mantiene bastante estable. En lo que respecta a los flujos, en 2018 se concedieron 255.550 nuevos permisos de residencia (el 0,4% de la población), cifra que sigue aumentando de manera evidente, a la que hay que añadir 120.000 solicitudes de asilo y 50.000 «menores no acompañados»; sin embargo, a estas cifras hay que sustraer las salidas, menos de 100.000 al año aproximadamente; es decir, un saldo migratorio que supera los 300.000 al año.

¿Qué conclusión se puede sacar de todos estos números? Que claramente existe un problema migratorio mayor y totalmente inédito con respecto a nuestra historia. Contrariamente a lo que se suele afirmar, la población de Francia no ha variado mucho en el tiempo, pues la mayor parte de los movimientos migratorios procedía del interior del continente europeo (como las «grandes invasiones» normandas), y fue así hasta los años 60. Si el fenómeno migratorio aumentó a partir de finales del siglo XIX y principios del XX fue debido fundamentalmente a las personas procedentes de Italia y Polonia y, después, de España y Portugal. A partir de los años 60 y 70 la inmigración procedía sobre todo del Maghreb y del África negra (y era mayoritariamente musulmana).

¿La extensión del fenómeno migratorio, difícil de negar, le da la razón a Renaud Camus y a su concento de «gran reemplazo»? En nuestra opinión, no. Y por diversas razones.

Un concepto discutible

Primero y ante todo, porque el «cambio de pueblo» simplemente no es verdad, no ha cambiado en una generación. Por muy elevadas que sean las cifras de inmigración (y las proporcionadas aquí son, intencionadamente, las más altas, procedentes de los estudios de intelectuales como Jean-Yves Le Gallou, favorables al concepto de «gran reemplazo»), incluso tomando la del 11% de extranjeros y 20% de personas de origen no europeo, sigue siendo una minoría que no cambia la fisionomía de un pueblo. Añadamos que esta minoría vive en una comunidad cerrada y no busca en absoluto integrarse y, menos aún, asimilarse, lo que es en realidad el problema de fondo (mientras tanto, ¡esto no favorece en absoluto el «mestizaje» tan temido y desprestigiado!). Ciertamente, hay barrios o periferias en los que nos podemos preguntar si aún estamos en Francia, y esta es una cuestión que no tengo en absoluto la intención de ocultar; sin embargo, está claro que el pueblo de Francia no ha cambiado como pretende Renaud Camus.

Seguidamente, y es lo fundamental, porque el problema no es el «gran reemplazo» en el sentido étnico o racial, que es como lo entiende Renaud Camus, sino en el sentido cultural y de civilización, y esto hace que esta expresión sea particularmente discutible. Las expresiones «pueblo blanco» o «blancos», tal como son utilizadas por los que denuncian el «gran reemplazo», son también ambiguas. ¿Qué quieren «salvar»? ¿El «hombre blanco», una pureza de raza que no existe? ¿En qué momento nos convertimos en un poco menos «blancos» y esto se convierte en un problema? Los árabes, por lo demás, son blancos: ¿significa que son blancos «malos» a los que hay que evitar? Las mezclas étnicas se llevan a cabo, además, durante largos periodos y son imperceptibles para quienes las sufren, por lo que es un miedo lejano y en gran medida una fantasía, además de algo ilegítimo, como si el «mantenimiento de la raza» pudiera ser un fin en sí mismo.

¿Por qué añadir una dimensión emotiva y causante de ansiedad, que lo único que puede hacer es alimentar el miedo y las reacciones xenófobas y racistas, a un problema como el de la inmigración, ya suficientemente arduo de por sí?

El «pequeño reemplazo»

Le reconocemos a Renaud Camus el mérito de no haber descuidado la dimensión cultural y de civilización del «gran reemplazo», lo que él ha llamado «el pequeño reemplazo» (4). Este «pequeño reemplazo» marca, en su opinión, el cambio de una cultura, el acontecimiento de una subcultura moderna surgida en Estados Unidos; él fustiga sobre todo «la enseñanza del olvido» o «la industria del aturdimiento». «El pequeño reemplazo, escribe, es la condición necesaria para el grande. Lo precede. Pero, a su vez, es acelerado por él» (5).

Para captar mejor el pensamiento de Renaud Camus y lo que nos aleja de él, concluyamos con dos «soluciones» al gran reemplazo que él rechaza categóricamente. Es muy instructivo. La primera es el crecimiento demográfico, que permite a un pueblo dinámico acoger e integrar mejor a las nuevas poblaciones: «Los adversarios del gran reemplazo piensan, en su mayoría, que para resistirse a él hay que tener más hijos. No pensamos lo mismo». Sobre este punto, Camus coincide con algunos ecologistas para los que el hombre es el ser que «perjudica a la especie, al aire, a la tierra, a los paisajes, al silencio, a la fauna, a la flora, a la noche». Y añade: «Y lo que más perjudica al hombre y al planeta es, de lejos, la proliferación del hombre» (págs. 66-67). Es la cantinela de siempre, que revela tanto el miedo como el desprecio hacia el hombre (6). Camus, por tanto, no quiere ni inmigración ni hijos, prefiere vivir en una sociedad que envejezca inexorablemente y que acabe muriendo y desapareciendo. ¡Bonita perspectiva!

Otra «solución imposible, en mi opinión, escribe Camus, […] es la intervención o la vuelta del cristianismo» (pág. 70). ¿Por qué? Porque al ser el islam el peligro, a un fe sólo se le puede oponer otra fe, y dado que el cristianismo es «una religión semi-muerta» no tiene la talla para enfrentarse victoriosamente al islam, tal como hizo en el pasado. Reconoce «sentir demasiado respeto e incluso afecto por el cristianismo… para volver a él por interés, por estrategia» (pág. 71).

No se le puede negar a Renaud Camus una verdadera honestidad intelectual. Percibimos en él un miedo visceral y en gran medida irracional ante un mundo que se derrumba, que no tiene el auxilio de la fe y la esperanza que cambian radicalmente las perspectivas, también para el futuro temporal de la Ciudad…

 

Publicado por Christophe Geffroy en La Nef.

Traducido por Verbum Caro para La Gaceta.

  • Renaud Camus, Le Grand Remplacement, David Reinharc, 2011.
  • Jean-Paul Gourévitch, Grand Remplacement, réalité ou intox?, Pierre-Guillaume de Roux, 2019; y entrevista con Le Salon Beige del 30 de abril de 2019.
  • Polemia, 23 de abril de 2019. Cifras confirmadas por Michèle Tribalat, Le Figaro del 1 de noviembre de 2019.
  • Renaud Camus, Le Petit Remplacement, Pierre-Guillaume de Roux, 2019.
  • Entrevista en Éléments 181 de diciembre-enero de 2020.
  • Gérard-François Dumong, «Vous avez dit surpopulation?», en La Nef n. 323 de marzo de 2020.
TEMAS |
+ en
.
Fondo newsletter