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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

En Hong Kong la libertad está proscrita

China promulga la Ley de Seguridad Nacional
Bandera nacional de China.

La rabia de Nathan Law, joven activista democrático exiliado en Londres. «Hoy, quien se atreve a criticar el régimen comunista chino es arrestado».

Decenas de funcionarios del Partido Comunista chino se presentaron, la noche del 7 de julio, en el Metropark, un lujoso hotel de 33 pisos, con piscina en el techo, situado en el corazón del rico distrito comercial de Hong Kong. Lo confiscaron mientras cientos de obreros construían, a lo largo del perímetro exterior, un muro de dos metros, en el que ponían el escudo de la República Popular China con las cinco estrellas, izaban un asta para la bandera y cubrían todas las ventanas que daban a la plaza. A la mañana siguiente, en una ceremonia cerrada al público y a los periodistas, Pekín inauguraba su nueva Oficina para la salvaguardia de la seguridad nacional. Los funcionarios chinos coordinarán desde el lujoso hotel la policía secreta comunista que, sin respetar la Constitución de Hong Kong, hará lo que le venga en gana en la que todo el mundo definía como «ciudad independiente» hasta hace un mes.

Con la imposición (ilegal) a la excolonia británica de la ley sobre seguridad nacional, el régimen ha eliminado, de hecho, ese amplio grado de autonomía que China, al firmar un tratado internacional con el Reino Unido, se había comprometido a garantizar a Hong Kong hasta el año 2047. La ley entró en vigor el 1 de julio pasado, en el 23 aniversario de la devolución de la ciudad a Pekín por parte de Londres, introduciendo los crímenes de terrorismo, secesión, subversión y colusión con fuerzas extranjeras. Cualquier residente en Hong Kong podría ser arrestado por la policía secreta  por cada uno de estos crímenes; luego sería extraditado a China continental, procesado y castigado con penas que pueden llegar a la cadena perpetua.

La población no ha tenido que esperar mucho para ver los efectos de la nueva y restrictiva ley: en poco más de un mes, se han prohibido las protestas pacíficas, se han retirado de las bibliotecas los libros que invocan a la democracia, se han eliminado de los currículos escolares personajes históricos como Gandhi y Martin Luther King, se ha prohibido a los estudiantes hablar de política y  cantar el himno de las enormes protestas de 2019 Gloria a Hong Kong, los profesores universitarios implicados en el movimiento democrático han sido despedidos de sus universidades correspondientes e incluso hacer oposición en el Parlamento es considerado un «ejemplo de subversión». Por último, cuatro estudiantes con edades comprendidas entre los 16 y los 21 años de edad han sido arrestados y corren el riesgo de ser condenados a cadena perpetua «por opiniones expresadas en las redes sociales», mientras doce líderes importantes han sido descalificados de la carrera para las elecciones de septiembre y otros veinte han sido exiliados antes del voto. «Es evidente que creer en la democracia se ha convertido en algo ilegal. Este es el tipo de comportamiento que uno se espera de un estado policial», ha declarado el último gobernador británico de Hong Kong, Lord Chris Patten.

Para huir de esta represión que no tiene precedentes, muchos activistas han salido de Hong Kong. Uno de los primeros en abandonar la isla, con destino Londres, ha sido Nathan Law, de 27 años, uno de los líderes del Movimiento de los Paraguas del 2014. Fundador y presidente de 2016 a 2018 del partido político prodemocracia Demosisto, disuelto la víspera de la aprobación de la nueva ley, en 2013 fue, con 23 años, la persona más joven elegida hasta ese momento en el Parlamento de Hong Kong. Aborrecido por el régimen, este le quitó su escaño del Consejo legislativo porque su juramento se juzgó «insuficientemente sincero».

¿Cuándo y por qué decidió abandonar Hong Kong por el Reino Unido?

Por razones de seguridad no puedo decir el día, pero el motivo es simple: hacer comprender a Europa que debe comprometerse para limitar la expansión autoritaria de China. Por esto estoy aquí.

El Reino Unido ha suspendido su tratado de extradición con Hong Kong, ha anunciado un embargo sobre el abastecimiento de armas y equipamiento de la policía, ha ofrecido de facto la ciudadanía a tres millones de habitantes de la excolonia y, por último, ha excluido al gigante chino Huawei del desarrollo del 5G. ¿No es suficiente?

El gobierno inglés es el que más se está comprometiendo en favor de Hong Kong, pero creo que debería imponerse más respecto a China.

¿Cuál es, entre otros muchos, el aspecto que más le asusta de la nueva ley sobre seguridad nacional?

Está escrita de tal modo que permite a Pekín perseguir a todo el que se oponga o critique al Partido comunista. Le doy un ejemplo: uno de los crímenes previsto atañe a «la incitación al odio hacia el gobierno central»; pero, ¿qué significa? Criticar a Xi Jinping, según la interpretación de China, es «incitar al odio». Está claro que el gobierno podrá utilizar esta ley para suprimir políticamente a la oposición. Bastará una frase fuera de lugar para ser condenados a cadena perpetua, y en China continental. Esta ley aniquila la libertad de expresión del pueblo de Hong Kong.

Pekín insiste en decir que afectará solo a un «pequeño puñado de personas».

Todos saben que mienten, basta con ver cómo están aplicando la ley: arrestan a ciudadanos pacíficos solo porque enarbolan una bandera o llevan una pancarta. Quieren imponer el terror.

Muchos activistas han decidido continuar con la batalla en favor de la democracia en Hong Kong. Usted en cambio ha preferido el exilio. ¿Por qué?

En Hong Kong es ya prácticamente imposible promover una movilización internacional en defensa de la ciudad. Ahora rige la censura, hay que tener cuidado, te pueden arrestar por una nimiedad. Solo desde el extranjero es posible hablar por quien ya no tiene voz y convencer a los países occidentales que es necesaria la creación de un frente unido contra China. Solo así, creo, se podrá salvar a Hong Kong.

¿Se esperaba que, de un día a otro, China consiguiera eliminar la autonomía de Hong Kong?

No, no me lo esperaba. Estamos todos trastornados. ¿Quién se podía imaginar que Pekín habría impuesto a la ciudad una ley que conlleva tantas consecuencias y que está en abierta oposición a la  pequeña Constitución de la isla? También el mundo se ha quedado atónito, pero ahora es necesario seguir diciendo qué está sucediendo y llevar adelante las razones del movimiento democrático.

A pesar de las amenazas, más de 600.000 personas participaron a mediados de julio en las primarias de los partidos democráticos en vista de la elecciones de septiembre. ¿Se lo espera usted?

Sí, porque conozco a mi gente. China aún no ha conseguido lo que quería, aún no ha ganado. Con esta nueva ley es muy probable que impida las protestas masivas como las del año pasado, pero la población siempre encontró nuevos modos, y creativos, para oponerse al régimen.

El movimiento estudiantil de Hong Kong es uno de los más activos del mundo y desde hace décadas está comprometido en la batalla por la democracia. No es casualidad que la nueva ley caiga primero sobre la educación y la escuela. También su compromiso empezó entre los bancos de estudio. ¿Qué es lo que mueve a los estudiantes?

Cuando día tras día ves los problemas de una sociedad no democrática, y cuando asistes continuamente a la aprobación de leyes gubernamentales que son contrarias a la voluntad y el bien del pueblo, ¿cómo puedes no comprometerte con el cambio? Nosotros siempre hemos querido ser ese cambio e influir en la política de modo pacífico.

Sin embargo, ahora se ha visto obligado a abandonar Hong Kong.

Sí, es imposible explicar lo difícil que ha sido para mí tomar esta decisión. Pero quiero dedicar mi vida a combatir por mi ciudad, implicando a la comunidad internacional.

¿Cree que China es una amenaza también para Europa?

Así es, y ya va siendo hora de que los europeos se den cuenta de ello. Todas las democracias, también en Asia, deberían formar un frente común para combatir al régimen comunista.

¿Planea volver a Hong Kong?

Me gustaría, pero a causa de mi compromiso pasado y presente dudo que el gobierno me lo permita.

¿Qué la habría pasado si esta entrevista la hubiera hecho desde Hong Kong?

Al haber pedido la ayuda internacional para mi ciudad y criticado el régimen, sin duda alguna me habrían arrestado. En Hong Kong aún puedes hablar, pero hay que estar dispuesto a pagar las consecuencias por hacerlo.

 

Publicado por Leone Grotti en Tempi.

Traducido por Verbum Caro para La Gaceta

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