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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Por qué ha fracasado la campaña internacional de imagen del Govern

Lo que ha fallado no han sido ni los ingredientes, ni la dosis, ni los medios empleados. Ha sido el público objetivo, el ‘target’.


El Govern de Cataluña, el entramado secesionista en general, ha aplicado en apoyo de su caso una excelente campaña internacional de imagen que, sin embargo, ha fracasado, que está fracasando y que no puede funcionar de ninguna manera.
Obviando los defectos que haya podido tener -no hay campaña perfecta, menos una que implica tantos medios y tantos actores-, ha demostrado un perfecto conocimiento de lo que aquí nos hemos cansado de llamar ‘el relato’ o la narrativa, y ha sabido usar los canales de comunicación y la imagen con acierto.
Lo que ha fallado no han sido ni los ingredientes, ni la dosis, ni los medios empleados. Ha sido el público objetivo, el ‘target’.
No tengo que repetirle al lector tópicos más que sabidos de cómo vivimos en la era de la imagen, de cómo el guion repetido desde todos los canales -medios, cultura, educación- moldean mentes y condicionan la opinión pública.
Uno solo tiene que recordar la foto de Aylan, el niño sirio ahogado en una playa turca, que tanto bien hizo a la campaña del ‘Welcome Refugees’; o de Omri, otro niño, este cubierto de polvo tras ser rescatado de los escombros, para preparar la opinión internacional ante una intervención militar contra Assad. O la niña tuitera Bana Alabed o, en fin, un inacabable repertorio de hábiles campañas que se remontan, al menos, a la acción de William Hearst fomentando la Guerra de Cuba, y que tienen por objetivo predisponer a la opinión pública, nacional o internacional, a favor de una medida que interesa a un gobierno o grupo de poder.
Esta ha sido la plantilla empleada por los secesionistas, y es de justicia reconocer que se han esmerado en su desarrollo y que, en líneas generales, no se les puede poner demasiados ‘peros’.
El grave error, el error de bulto, es no entender que no se puede ir con juegos de manos a David Copperfield ni tratar de timar a un timador.
La campaña no estaba dirigida a los catalanes, que están ya al cabo de la calle y conocen perfectamente el marcador, quién es quién y de qué va. Mucho menos, al resto de los españoles, que hacemos colectivamente el papel de ‘malos’ en esta película, los que robamos y oprimimos a Cataluña.
No, el objetivo es el público extranjero, con el fin de que presionen a sus gobiernos para que intervengan a favor de la tolerante y sufrida ‘República Catalana’.
Y eso es lo disparatado de todo el asunto. Porque, incluso en el caso de que se ganen la voluntad de la gente corriente -algo no fácil, siendo Barcelona una de las ciudades más visitadas del mundo y resultando extraordinariamente sencillo comprobar que Cataluña, lejos de ser una sociedad oprimida y esquilmada, es libre, segura y próspera-, su interés será siempre demasiado remoto y débil para ejercer una presión significativa.
No, la cosa va exactamente al revés. Los gobiernos, especialmente los gobiernos que tienen verdadera capacidad de decisión internacional -y se cuentan con los dedos de una mano- toman decisiones de acuerdo a sus intereses y sobre una información fiable, y LUEGO, si es necesario, montan su propia campaña de imagen para ganarse el apoyo de la gente corriente.
Al contrario no funciona. Uno, sencillamente, no puede convencer a un gobierno, a un grupo de poder internacional, con los mismos trucos que ellos mismos emplean cada día. Si la independencia de Cataluña no interesa -y ese parece ser el caso-, la campaña es del todo inútil; y si interesa, es innecesaria, porque la potencia de que se trate ya se encargará de hacer una campaña propia, más ambiciosa y de mayor alcance.
Recientemente se ha dado un caso que parece contradecir esta tesis. Se informó en su día de que Donald Trump, líder del país más poderoso del mundo, cambió de parecer bruscamente en su postura de no intervenir en Siria después de que su hija Ivanka le enseñara unas fotos de niños supuestamente gaseados por el ejército de Assad, y tomó la inmediata decisión de bombardear una base aérea de aquel país.
Pero esta ‘noticia’ solo puede significar dos cosas, en realidad: o, sencillamente, es ‘fake’, es la excusa más tonta y sentimental que haya leído en mi vida para justificar una operación bélica; o Trump no controla realmente su Administración, algo que estoy más que dispuesto a creer. Lo más probable es que sea una combinación de ambas cosas.
Los secesionistas no han interpretado incorrectamente los signos de los tiempos ni han sobrevalorado la fuerza de un mensaje bien narrado; su incomprensible error  ha sido no entender que a quienes importan no se les convence con un juego de lágrimas, sino con argumentos más sólidos y menos tramposos.

 
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