«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
docenas de psicólogos ayudan a los afectados

La tragedia, 140 días después: un infierno que no termina para los vecinos de la Comunidad Valenciana

Lluvias en la Zona del barranco de Paiporta. Jorge Gil

Ya han pasado 140 días desde la tragedia en la Comunidad Valenciana en la que perdieron la vida 227 personas, aunque para los vecinos de la región parece no haber pasado el tiempo, al menos no el suficiente.

La juez de Catarroja, Nuria Ruiz Tobarra, quien investiga la tragedia, ha detallado en uno de sus autos que «la forma en que ocurrieron los fallecimientos evidencia secuelas psíquicas en los familiares«. La magistrada califica la tragedia como un «infierno real de destrucción y muerte» y ha ordenado evaluaciones psicológicas para los familiares de las víctimas, ante la posibilidad de que sufran estrés postraumático. ​

Profesionales que han brindado apoyo psicológico a los afectados durante estos meses confirman el profundo impacto emocional. Inma March, psicóloga de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Sedaví, señala a El Mundo: «Lo que nos encontramos día a día es gente con mucha ansiedad, malestar, depresión…». La devastación visible en edificios e infraestructuras esconde un drama invisible: el trauma emocional que persiste en la población.​

Quienes temieron por su vida, vieron a vecinos desaparecer bajo el agua o regresaron a hogares sepultados por el lodo, arrastran secuelas psicológicas. Cuatro meses después, hay quienes no pueden ni siquiera ducharse. «Algo tan sencillo como ducharse puede convertirse en una pesadilla para quienes casi se ahogaron aquel día. Han quedado tan sensibilizados al agua que revivirlo supone un problema», explica Angélica Giordano, psicóloga experta en trauma.​

Los niños también han sido profundamente afectados. «Parecen los grandes olvidados en esta crisis«, lamenta March. Miles de niños fueron desplazados de sus colegios, separados de amigos, perdieron sus hogares o vieron desaparecer sus juguetes bajo el barro. Algunos incluso perdieron a sus padres o abuelos. La suspensión de clases debido a alertas por temporales posteriores ha reavivado sus miedos. «Tienen mucho miedo porque para ellos vuelven los fantasmas de aquel día», señala March.​

La forma en que los niños procesan el trauma depende de la seguridad que perciban tras el evento. «Un niño que se vio con el agua hasta el pecho, pero cuyos padres pudieron ayudarlo y luego lo ha expresado a través de dibujos, procesará el trauma mucho mejor», asegura Giordano. Por ello, es crucial atender psicológicamente a los adultos, quienes deben ofrecer seguridad a sus hijos.​

Salvador Almenar, psicólogo de intervención social y portavoz del Colegio Oficial de Psicología de la Comunidad Valenciana, advierte sobre la aparición de problemas relacionados con el estrés postraumático. «Se manifiesta como una manera de revivir la situación traumática», explica. Este trastorno puede aparecer meses o incluso años después del evento.​

Entre diciembre y enero, se realizaron 44 intervenciones atendiendo a 600 personas en la zona afectada. Se llevaron a cabo sesiones grupales para «limpiar la herida». «Explicamos a los vecinos que la sintomatología que experimentan es normal, que lo anormal es lo que se ha vivido», apunta Giordano. El objetivo es ayudar al sistema nervioso a digerir lo ocurrido.​

Además de la atención individual, se ha puesto énfasis en la intervención comunitaria. «El nivel de recuperación es mayor si se trabaja comunitariamente en el territorio», sostiene Almenar. Es fundamental reconstruir el tejido social, ya que las relaciones interpersonales y el sentimiento de comunidad contribuyen a la salud mental.​

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