El presidente del tribunal del juicio del «procés» , Manuel Marchena, ha abroncado a dos testigos de la defensa de Jordi Cuixart por introducir valoraciones personales constantes en sus respuestas que «no importan ni interesan a la Sala», por tratar de debatir respecto al uso del catalán y por traer guiones para responder.
No es la primera vez que Marchena se muestra de esta forma con testigos de las defensas y conforme avanza el juicio y se acerca el fin de la prueba testifical, se le ve más incisivo y cortante, tal y como sucedió en la jornada del lunes, en la que intervino de manera reiterada exigiendo a las partes que formularan otra pregunta.
Pero este martes la situación ha ido más allá, especialmente con la filosofa y profesora Marina Garcés, que ha protagonizado el interrogatorio más accidentado en 44 jornadas del juicio.
No ha arrancado con buen pie su comparecencia cuando Marchena le ha preguntado -como hace con todos y cada uno de los testigos como establece la Ley- si tiene alguna relación con los acusados.
«Con Jordi Cuixart tenemos un café pendiente pero está siendo un poco difícil», responde la testigo a lo que el magistrado le recuerda que le ha preguntado «qué relación, no cuanto tiempo lleva sin tomarse un café».
Poco después, el letrado Benet Salellas -a quien Marchena ha reprendido duramente en varias ocasiones- pide a la testigo que explique lo que hizo el 1-O, a lo que ella comienza su respuesta señalando que «la noche anterior la pase con unas décimas….».
Marchena vuelve a cortar para dejar claro que «la fiebre no tiene ninguna transcendencia jurídica». «Y no me replique», precisa. Pero enseguida vuelve a actuar cuando la filósofa responde sobre si conoce la prohibición del Tribunal Constitucional del 1-O.
«Una prohibición incomprensible, triste que yo creo…» y sin terminar, Marchena le corta. No acaba aquí. El letrado trata de preguntar por hechos concretos y por lo que la testigo vio el día del referéndum, pero en plena contestación ella añade «yo el 1-O aluciné, aluciné…».
El magistrado actúa: «Usted no viene aquí para expresar su grado de alucinación o su estado febril, viene a explicar exclusivamente lo que pasó, y lo que le ha preguntado el letrado es muy claro, a partir de ahí todas sus valoraciones personales no tienen ningún interés, aunque le encantaría explayarse pero esas matizaciones que no son hechos, no interesan al tribunal».
Salellas se queja porque entiende que «las percepciones sensoriales» son de interés pero Marchena no le deja terminar.
Es entonces cuando el magistrado se percata de que la testigo tiene unos folios encima de la mesa y le dice que «la ley prohíbe que sus respuestas estén basadas en un guión» ya que, pese a que ella asegura que sí, «no ha pedido ningún permiso», por lo que le pide que «deje ese guión», mientras otros magistrados hacen aspavientos con las manos para que cumpla con lo ordenado.
Acto seguido, el letrado protesta de forma más airada y menos respetuosa que de costumbre para denunciar, sin mirar al tribunal y resignado la «indefensión y la vulneración de derechos fundamentales que se está produciendo».
Es el enésimo choque entre ambos que termina cuando Salellas renuncia a formular más preguntas. «Correcto, mucho mejor», responde el presidente del tribunal. Pero la mañana sigue con polémica.
Llega el abogado Lluís Matamala, que toma la palabra para pedir si puede hablar y contestar en catalán.
«A ver, le supongo conocedor del articulo 231 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, me remito a sus conocimientos jurídicos sobre ese articulo. Usted no puede propugnar una visión alternativa, usted es un tercero y va a contestar en castellano», explica Marchena.
Y le advierte: «Si no quiere contestar en castellano, usted se levanta, asume las consecuencias legales de su protesta y hemos terminado». El testigo intenta debatir con el presidente del tribunal, pero no tiene éxito.
«No, no, no… faltaría más que usted y yo… mire por favor si usted introduce cualquier elemento de debate o controversia sobre la decisión de esta sala inmediatamente va a ser expulsado y asuma las consecuencias disciplinarias y legales y si tiene algunas notas póngalas por favor en la mesa de al lado», agrega, mientras los abogado de Cuixart ponen mala cara y el magistrado Andrés Martínez Arrieta, sentado a su lado, intenta calmar a Marchena.
Matamala asienta con la cabeza y empieza su testifical.