Por mucho que le disguste a Pedro Sánchez, la pelota está una vez más en su tejado. El partido socialista forma parte de ese espectro constitucionalista del que Podemos se ha autoexcluido con su exigencia de un referéndum de autodeterminación y debe decidir hacia dónde mira.
El portavoz de la Ejecutiva del PSOE, Óscar Puente, ha anticipado este viernes en una entrevista en la Ser que su partido cambiará de posición en los asuntos que no sean acordes con el proyecto político que nació del 39 Congreso y ha explicado que lo hace por convencimiento, no por conveniencia ni concesiones al electorado que se fue a Podemos.
Y lo están demostrando. Ya no sólo en su posición sobre el CETA, donde han pasado del ‘sí al ‘no’ y más tarde a la abstención, también en su posición frente al desafío separatista.
Este jueves la nueva secretaria de Cohesión Social de Sánchez, Núria Parlon, sorprendía al afirmar que su apoyo al Gobierno frente a los planes secesionistas de Puigdemont tiene un límite claro: la suspensión de la autonomía catalana. Para la alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet la aplicación del artículo 155 supondría el fin de todo apoyo al Ejecutivo de Rajoy. Parlon, cuyo partido no ha desautorizado su intervención, ha asegurado que su formación haría un llamamiento a la comunidad internacional en caso de que el Partido Popular aplicase el mecanismo que le otorga la Constitución, la misma que quieren hacer añicos los líderes separatistas.
La catalana ha reconocido que el referéndum de autodeterminación planteado por Puigdemont es contrario a la legalidad y que su partido no lo apoyará. Pero en el caso de que se celebre ha subrayado que el PSOE ‘’hará todos los esfuerzos, si hace falta apelando a la comunidad internacional, para evitar una suspensión de la autonomía’’. Se ha desmarcado de la aplicación del artículo 155 y ha dicho que su partido abogará en todo caso por una ‘’solución política a un conflicto político’’.
Las balas de fogueo del PSOE contra el separatismo
Óscar Puente también descartaba este lunes la aplicación del precepto constitucional, al que se refería como cruento. En la nueva directiva de Pedro Sánchez no se quiere ni oír hablar del 155, más aún cuando su candidatura arrasó en las primarias en Cataluña con su promesa de la España plurinacional.
Con esa reforma constitucional es como pretenden los socialistas resolver el conflicto territorial planteado desde Cataluña. Un reconocimiento en la Carta Magna, que no ha gustado a muchos líderes regionales dentro del partido, que a efectos prácticos no supone nada, sólo una diferenciación formal carente de nuevos poderes ejecutivos para esas presuntas naciones (o eso es lo que explica el PSOE).
Los tres escenarios a los que se enfrenta Rajoy
Por mucho que le disguste a Pedro Sánchez, la pelota está una vez más en su tejado. El partido Socialista forma parte de ese espectro constitucionalista del que Podemos se ha autoexcluido con su exigencia de un referéndum de autodeterminación.
Se plantean ahora tres escenarios para los socialistas con la consulta ilegal del próximo 1 de octubre como telón de fondo:
–Se invoca el artículo 155 con el apoyo de PSOE y C's: Siguiendo la estela de la gestora y respaldando la postura de la vieja guardia socialista, Sánchez puede tomar la vía de permanecer en el consenso constitucionalisa si el Gobierno decide finalmente actuar. Viejos enemigos del secretario general, como Alfonso Guerra, ya han pedido explícitamente la aplicación de este arma constitucional.
–El PSOE no respalda al Gobierno, pero sí Ciudadanos: Los de Albert Rivera, principal partido de la oposición en Cataluña, han asegurado que estarán con el Gobierno en la defensa de la unidad de España. El PSOE, por alejarse del bloque de centro-derecha en este nuevo sendero diseñado por Sánchez, podría descolgarse del pacto.
–El PP se queda solo: El Gobierno no sumaría ningún tipo de apoyo para hacer frente a la secesión catalana, consecuencia entre otras cosas de su inmovilismo e inacción frente a una amenaza que lleva gestándose desde hace más de tres años. El Partido Socialista podría ejercer un papel similar al del final de mandato de Zapatero, cuando decidió anticipar las elecciones para no mojarse con las reformas que exigía Bruselas y dejarlo en manos del siguiente Ejecutivo.
Sánchez podría optar por esta vía para evitar posicionarse en el conflicto catalán y aparecer como una especie de maestro mesiánico capaz de poner orden en el patio. Ciudadanos, recordemos que su principal espacio electoral se juega en Cataluña, tendría más complicado desempeñar este rol, aunque podría presentarse como la vía del diálogo. Se trata de una de las opciones más improbables, no por el PSOE, sino por los naranjas.
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Pero Sánchez tiene un problema: forma parte del Partido Socialista. Jugar un papel demasiado ambiguo en el desafío secesionista podría levantar en armas a sus críticos del partido, fomentar la implosión socialista y terminar de rematar un partido que internamente sigue estando extremadamente dividido.
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