Una mujer maltratada se ha quedado sin amparo de la Ley de Violencia Machista porque su expareja se ha cambiado de género. Ya no es un hombre, ahora es una mujer.
El pasado 15 de agosto, el hombre protagonista de esta historia agredió a la víctima cuando esta llegó a la casa que ambos comparten. «Después de decirme ‘a callar, coño’, empezó a darme empujones, golpes, me intentó quitar el móvil. Yo tenía sangre y arañazos», explica la mujer al diario El Mundo que ha publicado la noticia.
Fue entonces cuando decidió acudir al hospital para presentar un parte de lesiones con el que poner una denuncia por violencia machista ante la Policía. Sin embargo, los Mossos d’Esquadra no pudieron cursarla ya que el agresor se había cambiado de género cinco meses antes, en marzo. «Cuando me senté delante del agente me comunicó con sorpresa que mi expareja tenía, ahora, nombre de mujer a efectos oficiales»», cuenta la víctima al citado diario.
La mujer era conocedora de los deseos transexuales de su expareja –de hecho fueron los que desencadenaron en un primer momento en las discusiones y vejaciones–, pero no lo era del cambio de nombre que el agresor había solicitado y ejecutado en el Registro Civil.
Según la sorprendente historia relatada por El Mundo, la pareja comenzó su noviazgo en 2011, pero fue en 2020 cuando el agresor empezó a cambiar. «Quería ponerse ropa interior femenina en momentos íntimos. Pensé que podía ser fetichismo pero después me decía que se sentía mujer y me pidió permiso para hormonarse. Nunca ha querido cambiar de sexo», detalla la víctima.
Desde entonces, quiso romper la relación e incluso llevó al hombre al Servicio Público de Salud catalán: «Era una psiquiatra experta en transexualidad. Tras la terapia, vino enfadado porque la médico puso que tenía tendencias al travestismo y no rasgos transexuales«.
Hoy la víctima no tiene acceso a una orden de alejamiento porque, a ojos de la Justicia y como consecuencia de la nueva ley trans aprobada en el Consejo de Ministros, el conflicto que asegura sufrir es el mismo que puede darse, por ejemplo, entre familiares. Convive con su agresor en la misma casa porque su pensión de jubilación no contributiva le impide irse.
Desde que quiso poner la denuncia, ha habido más desencuentros. «(En agosto) Me dejó fuera del piso más de cinco horas. Tuvieron que venir los mossos y tampoco quería abrir. Cuando lo hizo, los mossos ven a un hombre vestido de hombre pero no pueden actuar», cuenta la mujer.
Sus abogadas culpan a la ley trans de lo que le está ocurriendo a su cliente. «Cuando se generan cierto tipo de leyes, decaen los derechos, como ha pasado con Carmen (nombre ficticio), y estos corren el riesgo de desaparecer. Ha sucedido en este caso y la ley que se quiere aprobar de urgencia, sin debate va a permitir el cambio de sexo o de género sin ningún tipo de trámite. Agravará lo que ya hoy existe», reflexiona su asesora jurídica Nuria González.
La letrada Meritxell Cabezón también advierte en El Mundo de las posibles consecuencias de la nueva normativa: «Pervierte el fin de la norma y desprotege a las mujeres. Es una barbaridad».