La Restinga, en la isla de El Hierro, cuenta con apenas 500 habitantes, pero se enfrenta a un desafío sin precedentes. Tradicionalmente conocido por su actividad pesquera y su atractivo para el buceo, este pequeño rincón de Canarias ha visto cómo su tranquilidad se ha acabado por la llegada permanente de pateras.
El año pasado, según estadísticas de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras (CGEF) de la Policía Nacional, El Hierro registró la llegada de casi 24.000 inmigrantes ilegales. Sólo en lo que va de año se estima que más de 2.000 inmigrantes han llegado a El Hierro.
La tensión en La Restinga alcanzó su punto álgido esta semana cuando los vecinos, hartos de ver cómo su puerto se transforma en un centro de acogida, expresaron su malestar. «El muelle huele horroroso, muy mal», declaró un vecino. «Les quitan la ropa, la ponen en bolsas negras y a veces pasan días. Los vecinos o los turistas no podemos caminar en el muelle ya que nos obstaculizan el paso con una valla. Se prioriza siempre a los inmigrantes ilegales».
«Estamos formando una asociación de vecinos porque supuestamente hay que formar una asociación para decirle al Gobierno que no queremos que les monten a Cruz Roja las casetas», aseveró otro vecino.
Según informes de la Guardia Civil, la situación no parece que vaya a mejorar. La mayor parte de los cayucos seguirán acabando en la isla de El Hierro si el Gobierno no actúa. Mientras, tanto los centros de atención temporal para extranjeros (CATE) como las instalaciones provisionales se ven constantemente desbordados.