El Partido Demócrata de los Estados Unidos comienza este lunes, en el United Center de Chicago, su convención nacional en medio de un ambiente de exaltación y respaldo militante de la figura de la que será designada sin oposición alguna como la candidata a las elecciones a la Casa Blanca, Kamala Harris, tras la retirada de Joe Biden de la carrera electoral.
Aunque figuras tan destacadas del partido como Barack Obama proponían que la convención de Illinois representara un ejercicio de primarias entre varios candidatos, la maquinaria demócrata ha propiciado que Harris recabe en tiempo récord, dos semanas aproximadamente tras la retirada de Biden, el número de delegados estatales necesario para que su candidatura sea prácticamente un hecho consumado.
No sólo Biden trasladó su respaldo a Harris a los pocos minutos de anunciar su retirada el 21 de julio: el matrimonio Clinton también le envió su apoyo antes de que terminara el día, mientras posibles rivales como el gobernador de California, Gavin Newsom, anunciaban poco después que no tenían la más mínima intención de hacerle frente.
La llamativa celeridad con la que se desarrolló el proceso, reafirmada por la elección del acompañante de Harris en su nominación a la vicepresidencia, el gobernador de Minnesota, Tim Walz, se ha traducido en el no menos sospechoso repunte en las encuestas de una de las políticas más impopulares del país.
Desde el Partido Republicano se ha criticado el evento de Chicago. El candidato de Trump a la Vicepresidencia, JD Vance, denunció el mes pasado la ausencia de oposición a Harris como «una amenaza para la democracia», tras recordar que no está respaldada por las primarias demócratas de principios de año (en las que Biden seguía siendo candidato): «Si uno quiere presentarse a la Presidencia, tiene que defender su postura ante el electorado, como hizo el presidente Trump», manifestó durante un mitin en su ciudad natal de Middletown, en Ohio.
