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Y CONTRA EL CESE DEL MINISTRO DE DEFENSA

EEUU llama a la «calma» tras las protestas en Israel contra la reforma judicial de Netanyahu

Protesta en Israel. Europa Press

Decía Lenin que hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas, y parece que estamos en una de esas últimas.

Y ese es el problema para los periodistas, que es difícil informar de todo cuando todo pasa a la vez. En los últimos días hemos visto un verdadero seísmo en el panorama internacional. Sin pretensión alguna de ser exhaustivo, hemos asistido al temido abrazo fraternal de las dos únicas potencias que juntas pueden hacerle sombra a la incontestable hegemonía norteamericama, Rusia y China, con la más que amistosa visita del presidente Xi Jinping al Kremlin.

Además, Irán y Arabia Saudí (el islam chií y el islam suní), enemigos jurados, reestablecen relaciones diplomáticas con Pekín de celestina; los iraníes atacan bases norteamericanas en Siria (bases que Trump ordenó desmantelar en una de las muchas órdenes que el Pentágono ignoró); arde Francia, de arriba abajo; en Alemania se declara la huelga general; Rusia despliega cabezas nucleares en Bielorrusia; uno tras otro, países subsaharianos se distancian visiblemente de Occidente para echarse en manos del bloque rival.

Y, ahora, también arde Israel, en una protesta sin precedentes contra el primer ministro, Benjamín Netanyahu. Lo que tiene preocupadísima a la administración norteamericana, que no da abasto para apagar tanto fuego.

La noche pasada estallaron en Israel protestas masivas después de que el primer ministro Netanyhau cesara a su ministro de Defensa, Yoav Gallant, un día después de que este pidiera al líder israelí que detuviera una reforma judicial planificada que ha dividido ferozmente al país.

Netanyahu y sus socios pretenden que su proyecto restablecerá el equilibrio entre los poderes judicial y ejecutivo y frenará lo que ven como un tribunal intervencionista con simpatías izquierdistas. Pero lo que ve la gente de la calle es algo parecido a lo que hace Sánchez en España: a saber, amaestrar a los jueces para que dejen las manos libres al Gobierno y que pueda hacer de su capa un sayo. Que un político con varias causas por corrupción quiera meter mano a los jueces, la verdad, no inspira demasiada confianza.

El cese de Gallant significa que Bibi piensa seguir adelante esta semana con el plan de revisión, que ya ha provocado protestas masivas, ha irritado al Ejército y a los empresarios y deja a los socios de Israel deeply concerned, por echar mano del tópico.

Hay quien, incluso, teme una guerra civil y lo dice en alto. El exprimer ministro de Israel Naftalí Bennett, el mismo que informó del veto británico y estadounidense a la tentativa de paz de Zelensky, ha declarado que el país «se enfrenta al mayor peligro desde la guerra de Yom Kippur», añadiendo: «Pido al primer ministro que retire el cese de Gallant, suspenda la reforma y comience las negociaciones hasta después del Día de la Independencia».

Mientras, en Nueva York dimitía el cónsul general de Israel. El enemigo iraní, en redes, echa gasolina al incendio sugiriendo que el Estado judío podría ser escenario de un golpe de Estado inminente.

No es sólo la oposición la que le pide a Netanyahu que reconsidere su decisión. Dentro de su propio partido, el Likud, diputados y ministros ruegan al primer ministro que dé marcha atrás en su reforma de la Justicia. Y por primera vez en los tres cuartos de siglo de existencia del Estado de Israel, el principal sindicato y los líderes de los bancos y de todo el sector empresarial están a punto de declarar una huelga general para exigir que el Gobierno detenga su plan.

De modo que Washington, a cuenta de la «relación especial», trata de mediar. El Consejo Nacional de Seguridad ha hecho pública una nota que reza: «Estamos profundamente preocupados por los acontecimientos de hoy que nos llegan de Israel y que subrayan aún más la necesidad urgente de un compromiso. Como debatió recientemente el presidente con el primer ministro Netanyahu, los valores democráticos siempre han sido, y deben seguir siendo, un sello distintivo de la relación entre Estados Unidos e Israel. Las sociedades democráticas se fortalecen mediante controles y contrapesos, y se deben buscar cambios fundamentales en un sistema democrático con la base más amplia posible de apoyo popular. Seguimos instando encarecidamente a los líderes israelíes a que lleguen a un compromiso lo antes posible. Creemos que ese es el mejor camino a seguir para Israel y todos sus ciudadanos. El apoyo de Estados Unidos a la seguridad y la democracia de Israel sigue siendo férreo».

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