«Las drogas están envenenando a nuestro país desde dentro», ha advertido el expresidente Donald Trump, alertando así de una de las principales plagas que está asolando las ciudades de Estados Unidos, el fentanilo.
Según los últimos datos provisionales de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), entre noviembre de 2019 y octubre de 2023 han muerto por sobredosis de opiáceos sintéticos 270.000 estadounidenses —unas 80.000 muertes al año—, más del cuádruple de las bajas norteamericanas en la Guerra de Vietnam.
Como en el caso de la inmigración ilegal, la plaga mortal del fentanilo no ha empezado con Biden, pero bajo su mandato se ha convertido en una verdadera emergencia nacional, primera causa de muerte en grandes sectores de la población. Y ambos fenómenos está inextricablemente relacionados.
Una nueva encuesta de Bloomberg News/Morning Consult realizada a casi 5.000 votantes registrados muestra que ocho de cada diez votantes en siete estados indecisos creen que el abuso del fentanilo es una cuestión «muy importante» o «algo importante» a la hora de decidir por quién votar en noviembre. El problema de las sobredosis de drogas prevalece sobre el aborto, el cambio climático, el trabajo y los sindicatos o las guerras en Ucrania y Gaza.
Al principio de su mandato, Joe Biden afirmó que uno de los pilares centrales de su «Agenda de Unidad» era resolver la crisis de las sobredosis. Pero su decidida política de fronteras abiertas, pasando por encima del bienestar y la salud de los contribuyentes, ha convertido lo que era un problema más en una peste que está destrozando grandes zonas del país.
