La Administración Trump, a través del Secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., está valorando la posibilidad de prohibir las vacunas del covid-19 a todos los norteamericanos. La iniciativa adelantada por el Dailymail surge en un contexto de creciente desconfianza hacia las vacunas de ARNm.
Uno de los principales impulsores de esta propuesta es el Dr. Jay Bhattacharya, nominado para liderar los Institutos Nacionales de Salud (NIH) y elogiado en numerosas ocasiones por Donald Trump. Bhattacharya ha respaldado públicamente una petición que exige la suspensión de las vacunas para una revisión exhaustiva de su seguridad, alegando que podrían estar vinculadas a un aumento en la mortalidad global.
El debate sobre la seguridad de las vacunas también ha cobrado protagonismo entre los asesores de Kennedy. Figuras influyentes dentro de su círculo han cuestionado su eficacia y han promovido teorías sobre los riesgos de la vacunación masiva. Entre ellos se encuentra el cardiólogo británico Aseem Malhotra, quien ha solicitado la suspensión inmediata de las inyecciones hasta que se aclaren sus efectos adversos.
A nivel legislativo, algunos estados como Idaho y Montana ya han empezado a discutir medidas para restringir o prohibir las vacunas de ARNm, basándose en la preocupación de que «podrían integrarse en el ADN humano», una afirmación desacreditada por la comunidad científica.
En caso de que la Administración Trump avance con esta iniciativa, la prohibición requeriría que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) retirase la aprobación de las vacunas alegando «preocupaciones de seguridad».
La vacuna y el confinamiento, decisiones «arbitrarias»
Mientras tanto, cabe destacar que la Cámara de Representantes de los Estados Unidos publicó el pasado 2 de diciembre una completa investigación de más de 500 páginas sobre la pandemia que contravino el relato oficial de las autoridades.
El Subcomité Selecto para la Pandemia de Coronavirus (con representantes de ambos partidos) revisó más de un millón de páginas de documentos y concluyó que el origen del virus COVID-19 fue una fuga del laboratorio de Wuhan. El origen fue, por tanto, artificial.
Señaló también que la obligatoriedad del uso de mascarillas no provenía de una evidencia científica. Mientras que el distanciamiento social de «metro y medio» y el confinamiento fueron medidas arbitrarias tampoco basadas en la ciencia.