«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
«Es una daga en el corazón de la religión del cambio climático»

La estrategia energética de Trump borra décadas de alarmismo climático en sólo dos meses

Donald Trump y Lee Zeldin.

Han bastado menos de dos meses para que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, protagonice una ofensiva sin precedentes contra la ortodoxia climática que durante décadas ha parasitado las instituciones estadounidenses. Su agenda de «dominio energético» —una apuesta por la soberanía, el sentido común y la prosperidad nacional— ha hecho saltar por los aires los dogmas verdes impuestos por burócratas, activistas radicales y fundaciones multimillonarias al servicio de la ideología globalista.

Mientras los medios tradicionales derraman lágrimas por la demolición de su santuario climático, el equipo de Trump avanza en el desmantelamiento de regulaciones impuestas por anteriores administraciones con el único objetivo de asfixiar al sector energético tradicional. La maquinaria regulatoria impulsada por Obama y Biden —diseñada para criminalizar el CO₂, perseguir el carbón, el gas y el petróleo, y forzar a los ciudadanos a aceptar coches eléctricos, energía intermitente y electrodomésticos hiperregulados— ha comenzado a resquebrajarse.

La EPA, al servicio del ciudadano

Con el regreso de Trump a la Casa Blanca, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) ha sido situada en el centro de la batalla cultural contra la ideología climática. Al frente de la institución está ahora Lee Zeldin, cuya prioridad ha sido revertir el uso de la agencia como arma política contra el sector energético.

Zeldin ha anunciado 31 medidas orientadas a eliminar costes regulatorios por billones de dólares, reducir impuestos ocultos y aliviar el coste de vida de millones de familias. Su enfoque pone el énfasis en el análisis coste-beneficio y en el bienestar del consumidor, frente a las fantasías apocalípticas de los activistas climáticos.

Uno de los pasos más relevantes será la revisión formal del llamado «hallazgo de peligro», el mecanismo que permitió a la EPA bajo el Gobierno de Obama regular el CO₂ como un «contaminante criterio». Esta etiqueta abrió la puerta a una cascada de restricciones que afectaron desde la producción energética hasta la elección de electrodomésticos, automóviles y sistemas de calefacción.

El paquete incluye la reconsideración de normas clave como el Plan de Energía Limpia 2.0, las reglas sobre gases de efecto invernadero y las limitaciones a la industria del petróleo, gas y carbón. Además, se elimina el Plan del Buen Vecino, que expandía el control federal sobre los estados, y se cierran divisiones ideologizadas como las oficinas de Justicia Ambiental y Diversidad, Equidad e Inclusión.

«Es una daga en el corazón de la religión del cambio climático«, ha asegurado Zeldin sobre el plan.

Las reacciones de los fieles de la «religión verde» no se han hecho esperar. En Bloomberg, dos columnistas lamentan «años de acción climática demolidos en días por Trump». Y en The New York Times, The Guardian y otros templos del alarmismo verde, se habla de «malicia hacia el planeta», «desmantelamiento de las protecciones» y «consecuencias irreversibles».

Las delirantes políticas de «emisiones netas cero», que condenan a las naciones al empobrecimiento energético y a una dependencia suicida de tecnologías ineficientes, están perdiendo su hegemonía. Mientras en Europa los partidos soberanistas son silenciados y tachados de «extrema derecha» por cuestionar esta locura, en Estados Unidos la realidad ha comenzado a imponerse.

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