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EN LAS PRIMARIAS EN WYOMING

Trump, exultante ante la derrota de su principal enemiga en el Partido Republicano

El expresidente de EEUU Donald Trump. Reuters

Los votantes republicanos han lanzado un mensaje nítido: el que se oponga a Trump, se va a la calle. Eso es lo que ha dejado claro el resultado de las primarias republicanas recién celebradas en varios estados, donde los aspirantes opuestos a la «trumpificación» del GOP han sufrido severas derrotas.

Empezando, naturalmente, por Liz Cheney en Wyoming. La «bestia negra» de Trump dentro de su propio partido e hija del vicepresidente con Bush hijo, Dick Cheney, que preside la Comisión del 6 de enero, sufrió una humillante derrota, sin llegar siquiera al 30% del voto.

Lo más llamativo de esta derrota es que Wyoming es casi un feudo de los Cheney, y Liz había ganado las pasadas elecciones de 2020 con honores. Pero todo cambió cuando la congresista encabezó los «diez de la vergüenza», los diputados republicanos que votaron a favor de encausar al presidente Trump en un proceso de «impeachment» y que se han convertido en los «diez negritos» de Agatha Christie, destinados a «morir» políticamente uno a uno. De hecho, solo queda uno ajeno al castigo de los votantes, David Valadao.

Trump, entre cuyos defectos no está la ingratitud, se precipitó sobre su propia red social, Truth Social, para felicitar a su vengadora, Harriet Hageman: «Felicitaciones a Harriet Hageman por su gran y decisivo triunfo en Wyoming. Es un resultado maravilloso para Estados Unidos y una completa represalia contra el Comité de Políticos Matones y Vendidos. Liz Cheney debería avergonzarse de sí misma, de la forma en que actuó y de sus palabras y acciones rencorosas y santurronas hacia los demás . Ahora puede al fin desaparecer en las profundidades del olvido político donde, estoy seguro, será mucho más feliz de lo que es ahora. ¡Gracias, Wyoming!«.

Cheney, que partía con un capital político impresionante, pulsó en los últimos años todas las teclas equivocadas, empezando por denunciar las acusaciones de fraude en las últimas presidenciales y culminando con su sonrojante papel en el «tribunal revolucionario» que trata de convertir la payasada del 6 de enero en una «insurrección». El último toque, el definitivo «beso de la muerte» para su carrera política, fue un vídeo en el que su padre, el siniestro Dick Cheney, aparece con un sombrero vaquero y su habitual gesto de amargura amenazante asegurando que «América nunca se ha enfrentado a una amenaza mayor que Donald Trump». Viniendo del responsable de dos guerras tan brutales como inútiles, es casi un piropo para el expresidente.

América Primero, el movimiento informal generado en torno al programa de Trump, está devorando la plataforma republicana amenazando con identificarse completamente con ella y soltando como un lastre electoral a la caterva de neoconservadores que dominó el partido hasta la llegada del magnate neoyorquino.

Otro factor que está acelerando el triunfo total de Trump ha sido, naturalmente, el bananero asalto a su residencia por parte del FBI ordenado por un fiscal general, Merrick Garland, que ha hecho del Departamento de Justicia una mera palanca de poder al servicio de la Administración demócrata. Sus balbuceantes explicaciones, siempre amparadas en el nebuloso concepto de «seguridad nacional», no han convencido a casi nadie entre los ciudadanos, para los que es transparente que se trata de una maniobra desesperada para influir en las elecciones de medio mandato y, sobre todo, para impedir que Trump se presente a las presidenciales de 2024.

Pero el tiro les ha salido por la culata, y la maniobra para neutralizar a Trump solo ha servido para aumentar la popularidad del expresidente incluso entre muchos que nunca hubieran pensado en votarle.  

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