La Policía fronteriza bosnia ha localizado a 639 emigrantes ilegales, a los que se suman otros 661 que fueron interceptados cuando trataban de entrar al país desde Serbia o desde Montenegro.
La boscosa zona fronteriza entre Serbia y Bosnia se ha convertido en una nueva alternativa para llegar a Europa para miles de refugiados.
El aumento de los controles fronterizos de Bulgaria con Turquía o el cierre de la linde entre Hungría y Serbia ha desplazado la ruta que siguen los refugiados hacia Bosnia-Herzegovina, uno de los países más pobres de Europa, desde el que los migrantes tratan luego de seguir camino hacia Croacia, ya en la Unión Europea (UE).
Ese es el plan de Wahed Hussain, de 25 años, que abandonó su Pakistán natal hace cuatro años por la violencia sectaria en la que, cuenta, ya murieron su padre y a su hermano.
Hussain pasó en Grecia más de tres años, donde trabajó sin papeles en una fábrica de plásticos.
Durante el pasado invierno cruzó desde Serbia al este de Bosnia cerca de la ciudad de Visegrad, en una zona boscosa cubierta de nieve que se ha convertido en una escala más de la ruta que siguen grupos de emigrantes de Siria, Irak, Pakistán, Afganistán o Marruecos.
En lo que va de año, la Policía fronteriza bosnia ha localizado a 639 emigrantes ilegales, a los que se suman otros 661 que fueron interceptados cuando trataban de entrar al país desde Serbia o desde Montenegro.
Esos datos suponen un aumento del 72 % respecto a los datos de todo 2017 y del 1.200 % en relación al año anterior.
Quienes son localizados ya en suelo bosnio, son trasladados por la Policía para proceder a su identificación y registro, algo complicado ya que la mayoría viaja indocumentado.
«Es muy difícil comunicarse con ellos, pocos hablan inglés», explica Eldan Huric, inspector de la Policía fronteriza en Visegrad.
Según Huric, la mayoría de los refugiados aseguran que pagaron en sus países de origen a traficantes de personas para ser llevados con una red bien organizada hasta Serbia, pero evitan decir cómo llegaron a Bosnia-Herzegovina.
«Llegan congelados después de caminar mucho en muy poco tiempo, y se quejan de dolor en los pies», declara este agente.
«Duermen en bosques, en túneles. No hay muchos grupos con niños pequeños, pero a veces los hay. Llegan sin comer ni beber durante días», relata Huric.
El comandante de la unidad de la policía fronteriza en Visegrad, Zoran Stupic, teme que con la primavera aumentará más el número de llegadas, ya que incluso con el mal tiempo invernal se registraban hasta cincuenta llegadas al día.
En Bosnia-Herzegovina hay dos centros de asilo: en Delijas, a unos 30 kilómetros de Sarajevo, y en Salakovac, cerca de Mostar (sur), con una capacidad total para 450 personas.
Pero sólo unos 200 se han alojado en los centros, tras expresar la intención de pedir asilo en Bosnia-Herzegovina.
En los centros, los emigrantes tienen comida, atención sanitaria, ayuda jurídica y apoyo psicosocial.
«Sin embargo, no se quedan mucho en Bosnia-Herzegovina, sobre todo quienes son de Oriente Medio. Se quedan uno o dos meses, y algunos ni siquiera una semana», cuenta Dzevad Kostovic, responsable del centro de Delijas.