«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
bruselas propone inmigración masiva como parche

La población de la UE alcanzará su techo en apenas un año e iniciará un declive constante

Un señor mayor camina con un andador. Eduardo Parra

El invierno demográfico ya ha llegado a Europa. Según el último informe del centro de estudios Bruegel, la población de la Unión Europea alcanzará su techo en apenas un año —en 2026— y a partir de entonces iniciará un declive constante que se prolongará durante décadas. La Europa envejecida, estéril y sin rumbo, verá cómo sus ciudadanos pasan de ser el 6% de la población mundial actual a representar sólo el 4% a finales de siglo.

Una caída imparable que evidencia el fracaso de las políticas progresistas, que han arrasado con la familia, desincentivado la natalidad y sustituido la cultura del esfuerzo por la dependencia crónica del Estado. El resultado: menos niños, más ancianos, menos trabajadores y un sistema económico que se tambalea por el simple peso de su propia irresponsabilidad.

Entre 2023 y 2050, Europa perderá población de manera natural a razón de tres personas por cada 1.000, y apenas ganará 2,6 por 1.000 al año por inmigración neta. Nada que ver con el periodo 2010-2021, cuando la inmigración compensaba holgadamente el escaso crecimiento interno.

En 22 de los 27 países de la UE, la población en edad de trabajar caerá en picado, mientras que el número de personas mayores de 85 años se duplicará para 2050 y se triplicará en 2070. Esto tensionará aún más las pensiones, el gasto sanitario y los servicios sociales, que seguirán financiándose con cada vez menos contribuyentes.

Bruselas propone inmigración masiva como parche para una Europa en ruinas

Ante esta crisis demográfica y social sin precedentes, las élites europeas vuelven a aplicar su receta mágica: abrir fronteras y fomentar la inmigración masiva. Es decir, importar mano de obra barata sin integración real, con el consiguiente coste social, cultural y de seguridad.

Según Bruegel, los países más ricos atraerán inmigrantes, mientras los más pobres —sobre todo en el este y el sur— se vaciarán a marchas forzadas. Letonia, Lituania, Grecia, Croacia o Rumanía ya están al borde del colapso demográfico. Polonia también sufrirá, mientras Malta o Luxemburgo escapan por ahora gracias a su favorable fiscalidad y su atractivo empresarial.

España está en el grupo de países que crecen exclusivamente por la llegada de extranjeros. Nuestra pirámide poblacional se ensancha por arriba gracias a la longevidad y por abajo exclusivamente por la inmigración.

El informe también alerta de que el envejecimiento trae consigo una pérdida clara de productividad. Los trabajadores mayores son menos móviles, menos adaptables y sus habilidades se vuelven obsoletas ante un mercado laboral cada vez más exigente. La solución, dice Bruselas, será formar a los mayores. Pero la realidad es que no hay reemplazo generacional suficiente ni sistema educativo capaz de revertir esta situación a corto plazo.

Mientras tanto, los sistemas de pensiones, basados en el reparto, se verán arrastrados hacia el abismo: menos cotizantes y más jubilados. El dilema está servido: o se elevan las edades de jubilación, o se suben las cotizaciones, o se recortan las pensiones.

Europa, otrora faro de la civilización, se enfrenta al mayor desafío de su historia moderna: su desaparición demográfica. Una civilización que no se reproduce está condenada a ser sustituida. Y mientras la clase política mira hacia otro lado o se entrega a políticas que premian el asistencialismo y castigan a la familia tradicional, la cuenta atrás sigue su curso.

+ en
Fondo newsletter