«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La UE pide veladamente a los británicos que se olviden del 'Brexit'

Brexit

Parece el último acto de una comedia romántica convencional: «Vuelve, todo está perdonado». Pero hablamos del ‘Brexit’, el primer gran mazazo recibido por el triunfante globalismo al optar una mayoría de votantes británicos abandonar la Unión Europea pese a la furiosa oposición de todo el establishment.

«El Brexit será una realidad en marzo del año que viene… a menos que nuestros amigos británicos cambien de idea», ha declarado el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en una alocución ante el Parlamento Europeo, añadiendo que «nosotros (el resto de miembros de la UE, se entiende) no hemos cambiado de idea».
La idea de un segundo referéndum, ese que se pedía a gritos nada más conocerse el escrutinio del primero, vuelve a estar en el aire. Ya es sabido que Bruselas no suele aceptar un «no» por respuesta, como dejó claro en el caso de las consultas sobre la Constitución europea, que en algún caso hubo que repetir hasta que el pueblo diera la respuesta «correcta». Al fin, por volver a citar a Tusk (citando, a su vez, al negociador británico David Davis), «¿de qué vale una democracia si el pueblo no puede cambiar de opinión?». Cierto, aunque siempre se invoca este derecho al arrepentimiento en una única dirección.
Hasta el duro e impaciente Juncker, que parece hacer en esta comedia el papel del padre de la novia desairada, hace el paripé de dar esta última oportunidad a los descarriados británicos. «El presidente Tusk ha hecho algunos comentarios sobre el ‘brexit’. Ha dicho que nuestras puertas se mantienen abiertas. Espero que se escuche claramente en Londres». Es ahora o nunca.
Las palabras del presidente de la Comisión delatan cierta veleidad en Jean-Claude, que hace solo unos días aseguraba, tajante, que el ‘Brexit’ sucederá y no habrá un segundo referéndum. Si es tan firme en todas sus determinaciones, quizá los separatistas catalanes no van tan errados cuando esperan que la UE les reciba en sus filas pese a sus explícitas negativas.

Incluso Farage pide ahora un segundo plebiscito

Que Tony Blair esté presionando para que se repita la consulta no debería ser noticia, como tampoco que lo haga el liberal Nick Clegg, pero algo serio debe de estar pasando cuando el propio Nigel Farage, principal patrocinador del «no» a Europa y, en consecuencia, gran triunfador de la noche del recuento, dice estar abierto a la posibilidad de un segudo plebiscito.
El que no lo ve tan claro es el ministro de Asuntos Exteriores británico, Boris Johnson. En una entrevista concedida a The Guardian, Johnson niega, para empezar, que los británicos tengan ganas de repetir consulta, como afirman tantos, y se atreve a pronosticar que, en caso de haberla, el «no» ganaría por un margen aún más amplio.
Y, junto a la zanahoria de las palabras de amor, sencillas y tiernas, de Tusk, el palo de las amenazas. Michel Barnier, el principal negociador de la parte comunitaria, ha redactado nuevas directrices en las que exige al Reino Unido que acepte toda la inmigración masiva que quiera asentar sus reales en las islas, sin restricciones, en el periodo de transición de dos años.
Lo que para la nacionalista escocesa Nicola Sturgeon, por cierto, es una excelente noticia. Sturgeon está empeñada en un plan para convencer a los escoceses de que el mejor modo de repoblar Escocia es con gente de fuera, cuantas más mejor.
Es esa extraña contradicción del independentismo escocés, que le hermana en esto -como en tantas cosas- al catalán, por la que un inglés, con el que lleva conviviendo siglos, es un extranjero con el que no puede seguir viviendo un minuto más, mientras que un congoleño o un sirio recién llegado se convierte en un conciudadano tan escocés como William Wallace.
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