El primer ministro húngaro realizó un alegato de la tradición cristiana de Europa y cargó contra las «fuerzas internacionalistas» que tratan de destruirla.
Viktor Orbán acostumbra a llamar a las cosas por su nombre. Esta práctica le ha valido para consolidarse como uno de los políticos más enfrentados a los dirigentes de la Unión Europea por oponerse a sus principales iniciativa políticas, especialmente en materia migratoria.
Durante un acto del partido Fidesz, Orbán explicó que Hungría había pasado «décadas bajo el control de poderes anticristianos e internacionalistas» y que era el momento de «basar nuestro Gobierno en las enseñanzas de Cristo que hicieron grande a Europa y a los húngaros».
«Nuestro deber es proteger las raíces cristianas de Europa. Necesitamos una renovación espiritual e intelectual», mantuvo el líder húngaro, que explicó que, tras años de opresión bajo el régimen comunista, la piedra de la nueva Hungría se colocó sobre la «base del cristianismo». De hecho, la Constitución del país comienza: «¡Dios bendiga a los húngaros!».
«Estamos felices de que nuestra nación haya recuperado sus fuerzas y el deseo de hacer grandes cosas», aseveró Orbán. Durante sus años en el poder, el primer ministro ha puesto en marcha políticas en favor de la familia, la natalidad y contra el multiculturalismo. Esta postura le ha valido el rechazo de una Europa comunitaria que hace tiempo que se alejó de los anhelos de la ciudadanía.
«Estamos luchando y orando juntos para que Dios bendiga al pueblo húngaro», concluyó el primer ministro. «¡Dios salve a Hungría! Soli Deo Gloria [Gloria a Dios solo]», dijo.
Soros y las fronteras
En declaraciones posteriores, Orbán aludió a la interferencia del multimillonario George Soros en el país. El Gobierno húngaro no aceptó la presencia de las instituciones del magnate, líder del mundialismo y cuya agenda política es radicalmente contraria a la defendida desde Fidesz.
Orbán aseguró que la Unión Europea se encuentra dividida de forma irremediable entre los países que aceptan inmigrantes y aquellos de Europa Central que están «libres» de ellos.
«Hoy queda claro que en el continente los países se dividen en dos grupos: hay una franja libre de inmigrantes, que es Europa Central, y están los países de inmigración», declaró Orbán.
El mandatario opinó que esas diferencias son inconciliables, por lo que «más bien habría que trabajar en que, reconociendo las diferencias, funcione lo mejor posible la convivencia».
Según el primer ministro húngaro, en el Parlamento Europeo «ya se desarrollan negociaciones para presionar a Hungría y a los otros países de Europa Central» que se niegan a aceptar refugiados.
Orbán aludió así a una propuesta de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior del Parlamento Europeo sobre la reforma del reglamento de Dublín que prevé imponer cuotas obligatorias de recepción de refugiados.
Hungría se opone categóricamente al sistema de reparto de refugiados en todos los países de la UE elaborado por Bruselas, un rechazo por el que la Comisión Europea ha abierto un procedimiento de infracción al país.
‘Nos oponemos a un sistema fallido’
En una entrevista en La Gaceta, el embajador de Eslovaquia en España, Vladimir Grácz, subrayó el camino que debía tomar Bruselas en materia migratoria y apeló al principio de solidaridad individual para solucionar la situación.
«El tiempo ya demostró que este método de acción migratoria no funciona. Los países de la Unión Europea sólo han reubicado al 17% de refugiados del total previsto por las cuotas. Eso no es culpa ni de Eslovaquia ni del resto de países de Visegrado. El problema es que el documento del Consejo de Europa en torno a la inmigración no es legal, por eso creemos que no puede haber sanciones. Cabe recordar que nosotros nos comprometimos a acoger voluntariamente mientras que otros países, incluido España, no lo hicieron. Es injusto decir que no tuvimos predisposición para resolver la situación, pero es una obviedad que ahora mismo el plan no es el correcto», sentenció.
«Eslovaquia ha tenido siempre una postura muy definida en torno al sistema de cuotas y no estamos dispuestos a modificarla. Por supuesto que vamos a respetar la decisión de la corte europea, pero eso no va a cambiar nuestra opinión. No obstante, es inimaginable que a día de hoy no la respetemos», concluyó.
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