«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La vida normal en Europa bajo la amenaza yihadista

Cuando, tras la matanza de Charlie Hebdo, una Europa conmocionada se manifestó en París, en esa época de inocencia en que todo el mundo «era Charlie» y se hablaba del ataque como si hubiera alcanzado su cota más alta, el motivo central de los mensajes de grandes medios y autoridades era el mismo: no sucumbiremos al miedo.

Y no es que públicamente se haya cancelado ese loable propósito, pero nadie que mire hoy a Europa Occidental puede pretender ni durante un segundo que no vivimos condicionados por el terror. Tras el citado ataque se declaró en Francia un estado de emergencia y se puso el Ejército a patrullar dentro de sus fronteras ‘provisionalmente’, aunque ahí sigue.

El año pasado, París, uno de los principales destinos turísticos del mundo, perdió un millón de visitantes por el miedo al terrorismo, y no es probable que este verano resulte más atractivo. Para empezar, porque uno de los reclamos turísticos más frecuentados de la ciudad, la Torre Eiffel, será rodeada de un muro de cristal a prueba de balas, lo que probablemente hará más seguro el monumento, pero considerablemente menos atractivo.

Sumen a eso un aumento en el precio del billete para subir a lo alto y podrán concluir que este verano es menos probable que reciban fotos de sus vecinos y amigos subidos en la famosa torre.

La idea era, si recuerdan, repetida entre las facilonas notas de ‘Imagine’ al piano y el débil resplandor de la velitas conmemorativos, derrotar el odio con mucho amor y construir, en lugar de muros (sí, va por Trump), puentes. Una frase que en seguida se volvió manida y no mucho tiempo después, macabramente irónica cuando los yijadistas decidieron atacar, precisamente, en un puente, el de Londres.

Y ahora tenemos esa curiosa combinación, extraña síntesis de las dos posturas: muros en puentes. Se trata de bloques de hormigón formando barreras que se están instalando en los puentes británicos como medida de seguridad.

Las instrucciones, una vez más, de medios y autoridades tras el último atentado londinense fueron «seguir con nuestra vida normal», pero cosas como esta hacen que nuestra vida sea, por fuerza, cada día menos «normal», al menos como se ha entendido la palabra en nuestra parte del mundo durante generaciones.

Los líderes europeos parecen decididos a cualquier cosa, desde militarizar cada país a afear nuestros monumentos y complicar un simple paseo, con tal de evitar lo que cada vez más gente ve como el modo más obvio de mitigar, al menos, la amenaza: poner coto a la avalancha migratoria y tomar medidas eficaces para la integración de los musulmanes ya en suelo europeo.

No caerá esa breva. Al contrario: la policía alemana, que no ha destacado espectacularmente en su lucha contra el radicalismo yijadista, se ha mostrado en cambio más que eficaz en su combate contra la ‘islamofobia’, y ya ha asaltado 36 hogares de personas acusadas de escribir contra el islam en redes sociales.

Otra cosa nueva a la que tenemos que acostumbrarnos los europeos: expresar opiniones contrarias al dogma multicultural puede meterte en un lío con la ley. De hecho, las autoridades alemanas ha propuesto multar a Facebook si no borra motu proprio los mensajes inconvenientes.

Verdaderamente, si nuestros gobernantes quieren que sigamos nuestra ‘vida normal’ en medio de los ataques, tendrán que explicarnos cómo.

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