El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha abierto las puertas de Brasil a los sacerdotes y a las monjas que están siendo perseguidos por la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua y ha manifestado que su país «repudia la persecución religiosa en todo el mundo».
En la Asamblea General de Naciones Unidas, Bolsonaro, que se enfrentará el próximo 2 de octubre al izquierdista -y expresidiario- Lula da Silva en la primera vuelta de las elecciones, ha manifestado que otros valores fundamentales para la sociedad brasileña son la defensa de la familia, el derecho a la vida desde la concepción, la legítima defensa y el repudio de la ideología de género.
«El pueblo brasileño cree en Dios, la Patria, la familia y la libertad», ha zanjado en un discurso en el que ha recordado los éxitos logrados en su mandato y que son silenciados sistemáticamente por los grandes medios de comunicación.
Entre estos éxitos, ha citado el fin de la corrupción sistémica que existía en el país durante los gobiernos de la izquierda y la mejora en la seguridad de todos los brasileños.
Brasil se ha convertido hoy en una potencia económica que sigue creciendo y que protege a las familias más vulnerables. «Tenemos alto nivel de empleo y baja inflación. La economía comenzó a crecer (…). Y la pobreza comenzó a caer de forma acentuada», ha dicho.
El desempleo cayó cinco puntos porcentuales, alcanzando el 9 por ciento, una tasa que no se veía desde hace siete años, bajó la inflación y se logró una deflación inédita en Brasil en los meses de julio y agosto. Además, la política de racionalización tributaria logró rebajar el precio de la gasolina y de la electricidad.
Bolsonaro también ha mencionado que Brasil fue el cuarto mayor destino de inversión extranjera directa en el mundo en 2021 y que hoy es uno de los mayores exportadores de alimentos del mundo gracias a las inversiones en ciencia e innovación, «con miras a la productividad y la sostenibilidad».
