«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
LA GACETA DE LA SEMANA

De la victoria aplastante de Trump al negocio de la falsa solidaridad

Voluntarios en la zona afectada de Paiporta. Europa Press

Climatólogos. Los españoles, y especialmente los valencianos, deben aprender la lección. Y, por tanto, asumir en adelante la realidad y ponerse camisetas con el logo de la agenda 2030. Ya lo ha advertido Pedro Sánchez: «En varias ocasiones he llegado a decir que el cambio climático mata y lo estamos viendo».

Presupuestos. El martes, nuestro primer ministro deslizó, sibilino, que la ayuda a Valencia dependerá de los ansiados presupuestos del Estado. Así, Sánchez plantea su continuidad en el cargo en términos de solidaridad y pone a la oposición en el punto de mira. Si ésta bloquea la aprobación de las nuevas cuentas será acusada de dejar abandonados a los valencianos. Aunque, en realidad, al socialista lo que le importa es tener bien alimentados a sus socios.

Limosna. Sánchez tiene como mecanismo automatizado comprar a la gente. Por eso, mientras todavía hay desaparecidos y personas que duermen entre el barro, reparte limosna: «Aplazamos el segundo pago de la Renta 2023 para los contribuyentes de las zonas afectadas por la DANA en la provincia de Valencia», anunciaba el gobierno.

Eficacia. A pesar de que, como muestran los videos, aquel palo volandero no golpeó a Pedro, ha habido ya tres detenciones. Se fundamentan en los ataques con paraguas y escobas al coche presidencial. Es magnífica la eficacia y rapidez del Estado cuando se trata de proteger a sus capitostes. Contrasta con el abandono de los valencianos, tantos días huérfanos de ayudas y protección oficiales.

Animal político. O bestia, si prefieren. Sin abandonar nunca la madriguera conceptual que habita, Sánchez salía raudo a responsabilizar a «grupos ultras» de los altercados en Paiporta. Se hablaba en realidad a sí mismo, con el convencimiento de que él es España y España es sólo él. Decorando como siempre sus palabras con un cinismo insuperable: «Yo estoy bien. Agradezco las muestras de solidaridad pero que el Gobierno y yo mismo estamos a lo que estamos. Estamos a lo importante, estamos en proteger a la gente». 

Los españoles, después. Mientras los inmigrantes ilegales son acogidos por oenegés e instalados en hoteles a pensión completa, los valencianos de la gota fría duermen en polideportivos o en casas arruinadas. Es decir, no forman parte del negocio de la solidaridad.

La burbuja. El domingo, el programa Fiesta de Telecinco conectaba con una reportera desde la zona catastrófica. Comenzaba a llover y ella, caminando frente al cámara, explicaba que se iban de allí por una nueva alerta de la AEMET. Dio entonces un pequeño tropezón, exclamando «¡Ay, que me mato!» Concluyó la conexión y desde plató la presentadora insistió en que se marcharan (ella y el cámara) rápidamente del lugar, no fuera que les pasara algo. Este en apariencia leve pero pestilente momento televisivo se producía mientras miles de personas seguían tiradas en sus pueblos, sin ropa, sin casa, sin lavabo. Mostrando que, al igual que muchos políticos (igual son casi todos), los periodistas de la tele han vivido y viven en una burbuja.

Mentir. Lo dejó escrito Hanna Arendt y parece que Sánchez, en algún momento de su rutilante existencia, debió grabárselo a fuego: «Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada».

Donald. Nadie en este continente, principal absorbente del pop americano tras la última contienda mundial, debería sorprenderse ante un personaje tan arquetípico de esa cultura como Trump. Tiene aroma a pasado glorioso, hortera; a country y a los muchachos como Stalone; a la comida rápida, a las rubias explosivas y a la felicidad capitalista. 

Dinero progre. A la izquierda, pese a la leyenda, siempre le ha gustado mucho el dinero. Otro mito que soporta, además de la falaz justicia social, sería su desprecio de lo material, incluso del lujo. El mismo Marx, creador del engendro, es un buen caso: no predicaba con el ejemplo, señor acomodado con servicio doméstico. La utilización compulsiva del Falcon por el número uno o la dacha que compró Iglesias son cosas de nuevo rico y férrea jeta de izquierdas. Me recuerdan a la pareja de Granujas de medio pelo, film de Woody Allen en que unos vulgares manguis se convierten en millonarios y decoran su vida al gusto de Versace. La coalición sanchista, parné para todos, ha resultado un buen negocio, redondo. Harán sus miembros lo que sea para conservarla, para no romperla. Hasta la última copa de champán.

Escribe Esperanza Ruiz: «Tras décadas en las que se ha intentado socavar por todos los medios aquello que nos unía y arraigaba, se olvidaron de los rescoldos. La tierra, las raíces, la familia y la patria crean vínculos que se inscriben en lugares del alma inaccesibles, de momento, a sus garras». 

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