«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu

Del republicanismo como una forma vaga de ser antisistema a la opinión woke de los medios

La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Europa Press

Contra el Rey. «Este rey ya no es nada más que el proyecto deprimente de la derecha española. Qué pereza», ha escrito la Belarra en su perfil de X. La pereza ha sido esencia de su partido, descollante pecado capital en sus líderes fundadores; el republicanismo, una forma vaga de ser antisistema. En la pugna entre Podemos y Sumar por seducir a Sánchez ha entrado, cómo no, la figura del monarca. De momento, los podemitas, huérfanos de carteras, se muestran más desinhibidos. Esto parece otra carambola afortunada del presidente, los cuatro desarrapados a su izquierda le hacen el trabajo, siempre incómodo, de ir marginando a Felipe VI hasta convocar un referéndum y proclamar la república. O, sueño dinástico, coronar a Pedro VI de las Españas. Pero con poderes ejecutivos, ojo.

Jugar. Yolanda Díaz sigue a lo suyo, jugando en el maravilloso parque infantil que Sánchez le regaló, el Ministerio de Trabajo: ora se divierte y reparte con los simpáticos sindicatos, ora le atiza a la fea y malvada jornada laboral. Y como es muy dada al ingenio, de vez en cuando hace mezclas con el quimicefa que rige su cabecita: «Hay una medida que es clave no solo para mejorar la vida de la gente, sino también para frenar el cambio climático. Se llama reducción de la jornada laboral».

La censura que viene. Óscar López, ministro de Transformación Digital, ha anunciado más millones para los medios de comunicación. Cuando un político riega al periodismo, es mala señal. E inequívoca, tampoco disimula el ministro sobre los fines del dispendio: «Fortalecer al sector frente a los fallos del mercado que erosionan el derecho de la ciudadanía a recibir una información veraz». No se refiere a El País o a lo de Escolar, me temo. Hay miedo y vértigo en las elites porque las redes sociales, incontrolables, libres y, también, alborotadas han substituido en gran medida a la prensa de siempre. En cualquier caso, eso que dice el ministro sobre el «derecho a una información veraz» es un eufemismo. 

Conspiranoicos razonables. La implantación de un nuevo régimen iluminó, gracias al COVID, las esperanzas de algunos poderosos que anhelan manejar el destino del mundo. Y no digo esto cual ramalazo conspiranoico, ni como aficionado a las aventuras de Blake & Mortimer. La OMS y todas las autoridades mundiales al unísono ordenaron que, conejillos de Indias, se nos prohibiera salir de casa, excepto para inocularnos una vacuna que no cumplía los protocolos habituales. Años después, un informe de la Cámara de Representantes de EEUU dice que tanto las inyecciones, las mascarillas o los confinamientos fueron decisiones «arbitrarias» sin evidencia científica. Así que, a la manera de José Javier Esparza, los «negacionistas» teníamos razón. En todo caso, el asunto ofreció, lo decía más arriba, la oportunidad de un cambio de régimen. Una especie de capital-comunismo que fuera socavando las bases de la democracia y, sobre todo, los restos de mentalidad ilustrada en Occidente. 

No hay mal que cien años dure. Los grandes medios siguen empeñados en convertir la opinión general en un aplastante coñazo, monopolio del cambio climático, la identidad sexual y el fantasma de la extrema derecha. Son tan soberanamente idiotas (y serviles) que la entrada masiva de adultos indocumentados en Europa les parece bien. Y si mañana nos cae otra plaga, dirán que es una cosa cojonuda y, además, nos la merecemos. Aplican sin descanso aquella «revolución permanente» que ideó Trotski. Sin embargo, la cosa puede estar cambiando, porque no hay mal que cien años dure y estamos ya casi a una centuria de los inspiradores años 1930. Aquí o allá, donde las mujeres nacen rubias, las encuestas auguran el «auge de la ultraderecha» y Matías Prats (síntoma y achaque) advierte el fin del mundo. Esto me provoca regocijo. Que aumenta cuando el presidente electo de la nación más poderosa del planeta dice que lo woke  —cristalización contemporánea de todos los monstruos del marxismo — es una «mierda».

Raphael. Recibí con pesar la noticia del ingreso hospitalario de Raphael. Español universal, como se decía antes, había recientemente sacado álbum y cofre musical (¡incluyendo cassette!) e iba a iniciar una gira por las Américas. Tuve ocasión de verlo, hay que verlo, y escucharlo, aún poderosa voz, en Barcelona cuando su sesenta aniversario. La noticia el viernes fue que le habían ya dado el alta. Le deseo, en las postrimerías de este annus horribilis, un pronta recuperación.

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